sábado, 5 de diciembre de 2009

Actitudes que debemos vivir durante el Adviento

La alegría...!

La alegría es un elemento presente en estas fechas: dondequiera sentimos un ambiente dispuesto a la risa, a la paz, al consenso, a la dicha. Y “sentir la alegría en el ambiente” nos hace sentir nostalgia y desear, para todos los que nos rodean, una alegría verdadera y permanente. La experiencia colectiva de alegría es motivo de fiesta y nos ayuda a construir una comunidad donde la vida sea lo que se celebre. Fomentar la alegría nos estimula a la valoración de nosotros mismos y de los demás por lo que somos, no por lo que tenemos. Refuerza nuestra autoestima y el reconocimiento de los demás. Reafirma nuestro gusto por el solo hecho de existir. Hace más profunda y sólida la esperanza.

La venida del Señor es un hecho que sabemos cierto. Por eso, suscita en los cristianos una alegría profunda e incontenible. Las palabras de los Profetas que leemos en estos días hablan del estallido gozoso y fecundo que significa la presencia del Señor. Y lo expresan con imágenes hermosas, cargadas de vitalidad, refrescantes, tomadas de la naturaleza: “Saltarán de alegría el desierto y la tierra reseca; la llanura se regocijará y florecerá…”.

La presencia del Señor no deja de traer consecuencias: “Fortalezcan las manos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los cobardes: ¡Ánimo, no teman!... Se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán, saltará el cojo como un ciervo, la lengua del mudo cantará”. Tal liberación es razón y causa de dicha: “Llegarán a Sión entre gritos de júbilo; una alegría eterna iluminará su rostro, gozo y alegría los acompañarán, la tristeza y el llanto se alejarán”.

Cuando perdemos la esperanza, la espera está más cargada de pesadumbre que de gozo. A veces, las cosas no van como quisiéramos… existen elementos de la realidad que se nos escapan de las manos y nos impactan con crudeza. Pero la alegría cristiana es diferente. Ésta no parte en una ilusión optimista que pretende un mundo perfecto o que, al menos, las cosas vayan tan bien como se desea. Nace, más bien, en la certeza que da la fe de que no estamos solos, aún cuando enfrentamos dificultades y sufrimientos. Dios es el “con – padeciente”, es decir: el que vive con nosotros la vida y no nos abandona, aunque pareciera estar ausente. La redención es una realidad porque, aún cuando el mal nos toque, su herida no tendrá la última palabra sobre nosotros. Ésta es una de las proclamas del Adviento.

Reflexionemos:
  • ¿Qué cosas, acontecimientos, personas, son motivo de alegría para ti, para tu familia y para la comunidad a la que perteneces?
  • En este Adviento, ¿Qué puedes hacer para que en otras personas crezcan la alegría?

Fuente: Preparemos la fiesta. Adviento y Navidad

. Editorial Paulinas.

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