sábado, 10 de julio de 2010

San Pablo, viajes y vocación misionera

En sentido cristiano, el apóstol, el misionero, es un embajador enviado por Cristo para anunciar el mensaje de la salvación operada por Él mismo. Para esto eligió Dios a Pablo, y para esta misión se sintió llamado Pablo. Misión, por otra parte, que el Apóstol de las gentes empezó a llevar a cabo desde el momento mismo de su bautismo.

Durante algún tiempo, Pablo anunció a Cristo en Arabia, Damasco, Jerusalén, Tarso, su ciudad natal, y Antioquia. Después vinieron los tres viajes misionales, en los que su estrategia solía ser, especialmente en el primer viaje, predicar primero en las sinagogas de la ciudad y, a continuación, a los gentiles.

Durante los dos primeros viajes, la intensa acción evangelizadora de Pablo tuvo como centro la ciudad de Antioquía. Tenía medio millón de habitantes y constituía una gran puerta para todo el Oriente. Precisamente, en esta ciudad, se comenzó a llamar cristianos a los discípulos de Jesús. En el segundo viaje misional, Pablo se detuvo bastante en Corinto, ciudad entonces más importante que Atenas, y que tenía salida a dos mares, lo cual facilitaba la llegada a otros pueblos y ciudades. Por fin, como tercera ciudad, centro de irradiación evangelizadora, está Éfeso, la más importante ciudad de la provincia romana de Asia. En el tercer viaje, Pablo ejerció en ella un prolongado ministerio. A lo largo de tres meses, habló abiertamente en la sinagoga, “exponiendo lo referente al Reino de Dios y tratando de convencerles” (Hechos, 19, 8), pero, como algunos maldecían el camino del Señor, empezó a enseñar “todos los días en la escuela de Tirano. Esto duró dos años, de forma que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor” (Hechos 19, 9-10).

Para Pablo, su trabajo misionero ante todo era el trabajo de un guía. En cada una de sus cartas deja entrever su preocupación por las iglesias, y el conocimiento profundo de sus necesidades. El animador de las comunidades no es aquél que tiene la autoridad delegada de alguien, sino que es el que sigue la vida de la comunidad y la conoce, y esto es lo que uno percibe en cada una de las cartas de Pablo.

La visita a las comunidades era para Pablo quizá una de las herramientas de la animación más importantes, porque, aparte de visitar a las comunidades en particular se convertían en el ejercicio de la animación después del primer anuncio.

Aquel Saulo perseguidor, una vez convertido, combatió bien el buen combate de la evangelización. Corrió la carrera de su vocación y misión, como el mejor campeón, predicando y guardando la fe con una fidelidad total. El Señor Jesús le dio la corona de la gloria, desde donde brilla como faro luminoso para gloria de Dios y bien de la Iglesia de Jesús, de quien escribió, haciéndolo vida: “Para mí, la vida es Cristo, y una ganancia el morir” (Fil 1,21).

La vocación del cristiano es ante todo un llamado a la misión, se trata de anunciar la Palabra de Dios a todos los hombres y mujeres, para encender el fuego de la fe, por primera vez o, para mantenerla y animarla. Para Pablo la motivación de cada uno de sus viajes misioneros se encuentra enmarcada por el hecho de sentirse enviados.

San Pablo, es misionero por vocación como podemos serlo cada uno de nosotros, porque todo cristiano debe estar comprometido, de una forma u otra, con las misiones de las iglesias jóvenes.


Fuentes:

www.vidasacerdotal.org
http://epjguate.com/noticias

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Beato Santiago Alberione - Fundador de las Hijas de San Pablo (Paulinas)

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