sábado, 21 de agosto de 2010

Aprender a mirar

¡Señor, abre mis ojos, ilumina mis ojos¡
Que aprenda a mirar a las personas con tu misma mirada!

Lo que miramos influye en nuestro mundo interior. Aprender a mirar es también aprender a no mirar. Todo lo que penetra a nuestros sentidos, penetra en nuestra conciencia. La mirada limpia es importante por que, si no hay castidad y pureza no se da el amor.

La mirada no es solamente un acto físico; es una acción humana, que expresa las disposiciones del corazón. Hay miradas de amor y de indiferencia: miradas que muestran apertura y disponibilidad para comprender, y miradas cegadas por el egoísmo. Nosotros queremos mirar con ojos limpios.

La mirada limpia y pura afirma el valor de cada ser humano, considerado en sí mismo y no en la medida que satisface el propio interés. Educar la mirada es una lucha importante, que influye en la calidad de nuestro mundo interior.

Toda vida tiene sentido, lo que toca a cada uno es descubrirlo y realizarlo. Lo que pasa es que hay que saber mirar. Por tanto, vamos a tratar cómo deberá ser nuestra mirada para que, sin problemas, cada uno encuentre la razón de ser de su vida y sepa vincularse a ella.

Para buscar el sentido, aprender a mirar

Vivir con sentido requiere mirar. Aprender a mirar es imprescindible para aprender a vivir. Aprender a mirar exige saber mirar dentro de uno mismo. No se mira con los ojos, se mira desde dentro. La verdadera mirada humana es una mirada desde el interior, que se dirige al interior de lo que se mira. Se contrapone a la mirada superficial. La mirada superficial es muy rápida, no se detiene, no sabe contemplar.

Mirar hacia dentro es mirar el cuadro, que es bien distinto a ver un lienzo salpicado por pegotes de óleo de distintos colores. Quien sabe mirar la vida puede vivirla; el superficial sencillamente la gasta.
Saber mirar los signos es uno de los caminos para aprender a mirar hacia dentro. Se trata, por tanto de maravillarse no sólo con lo externamente novedoso o extraordinario sino de saber mirar con el espíritu lo extraordinario escondido en lo común.

Lo que supone “mirar admirado” queda bien expresado en la invitación que nos hace el filósofo francés Jean Guitton:


He aquí al mundo ante ti, joven, ¿y que le falta para que tú comprendas? Simplemente, falta que te admires. Para hacer el mundo más maravilloso, más habitable, sólo falta transformar los ojos que lo contemplan. No es el universo el que se esconde, ahí está: siempre ahí; silencioso, mudo, no es el universo el que se escapa y se desnuda: es a ti a quien se le escapa el universo.


Aprender a vivir es aprender a mirar recreando la realidad. Hay que mirar admirando. Pero, ¿cómo aprender a admirarse? Antes de nada, parándose. Para mirar hay que pararse. La soledad, el silencio, la lentitud, el reposo, son necesarios para que nuestra vida y nuestra mirada sean propiamente humanas. Mirar sin admirar cansa. Mirar admirando es la mirada de los sabios, y ésta es la mirada que desvela lo más interesante y apasionante de la vida. Vivir la vida con sentido requiere saber mirar.

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Beato Santiago Alberione - Fundador de las Hijas de San Pablo (Paulinas)

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