sábado, 7 de abril de 2012

Pascua de Resurrección de 2012

Queridas hermanas y jóvenes en formación:

Con renovado estupor y viva conmoción me dirijo a ustedes con el anuncio que fundamenta nuestra fe, sostiene nuestra esperanza y motiva nuestra caridad:

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

Me gustaría que este "grito" de júbilo pasara hoy de boca en boca en nuestras comunidades; que cada una de nosotras lo repitiera en primer lugar a la que se encuentra a su lado, compartiendo la vida cotidiana con sus alegrías y fatigas. Acojámoslo las unas de las otras, con la "prisa" de la que nos hablan los relatos de la Resurrección, iluminadas por aquella luz discreta que acompaña la prisa de María, de Pedro y Juan y se hace camino entre dudas, vacilaciones y perplejidades. Y al igual que aquellos primeros testigos, ayudemos también a los demás, nuestros compañeros de camino – a los hermanos y hermanas a quienes estamos enviadas – a hacer comprender que la Vida ha vencido la muerte para siempre, que el hálito del Viviente continúa alimentando el espíritu del mundo, que cada día es un milagro que nos acaricia, que la aventura de vivir tiene desde ya los rasgos de la eternidad. 

Hermanas, dejémonos invadir por el asombro de la Resurrección. Dejemos todo lo que nos ata, lo que nos aplasta, encierra, hiere… Bendigamos nuestra vida, gozando por lo que somos y hacemos, y por aquello que los otros son y hacen. Hagamos más profunda nuestra mirada para descubrir los muchos signos de resurrección en el mundo que nos está cercano y lejano. Hagámonos "evangelio" de paz y comunicadoras de la alegría que el Resucitado nos dona.

«La alegría», ha subrayado Benedicto XVI en el bellísimo mensaje para la Jornada mundial de la juventud 2012, «es fruto de la fe, es reconocer cada día su presencia, su amistad: "¡El Señor está cerca!" (Flp 4,5); es volver a poner nuestra confianza en Él, es crecer en su cono-cimiento y en su amor». 

Y la alegría, «don de Cristo resucitado del sepulcro, resucitado en el alma, resucitado en la humanidad» (don Alberione), resuene en el Aleluya pascual, para poder decir a to-dos: Sí, estamos seguras: ¡Cristo verdaderamente ha resucitado y es nuestra felicidad! 

Queridas hermanas, junto a las hermanas del Gobierno auguro a cada una, una Santa Pascua. Este augurio se extienda a sus familiares, a los colaboradores, y manifieste nuestro gracias por el bien que viven y realizan. 

La luz del Resucitado se irradie también en el camino de preparación al 10° Capítulo general, para que nuestra fe crezca en audacia y profecía, para hacer a todos «la caridad de la verdad».

Con afecto

Sor M. Antonieta Bruscato
Superiora general

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