Padre Nuestro que estás en el cielo, en el sentido de alabanza y, a continuación las siete peticiones.
Padre Nuestro que estás en el cielo: Fue Jesús quien nos enseñó a llamarle Padre. En el AI Dios quería que lo llamasen Yahveh. Padre, porque es creador; Padre, porque, al contrario de los padres terrenos que dan la vida mortal, El da el Espíritu. Esto no quiere decir que no sea un Padre con actitudes profundamente humanas. Los judíos no utilizaban la expresión Dios Padre, pero Jesús reveló al Padre. Por eso, podemos llamarlo así siempre que oremos.
Padre Nuestro, y no "mi Padre". Es padre de todos, contrario a los terrenos. El padre terreno da un apellido para identificar a su hijo. El nuestro señala una nueva relación con Dios.
El nuestro significa que las promesas hechas por Dios se han cumplido, exigiendo de nosotros amor y fidelidad. Al decir padre Nuestro, nos liberamos del individualismo.
Que estás en el cielo. No se trata de un distanciamiento, sino del hogar hacia donde caminamos.
Santificado sea tu nombre: El nombre de Dios debe ser respetado porque es Santo. Dios es llamado tres veces santo como Padre de Jesucristo (Ap 4,8).
Venga a nosotros tu Reino: Nuestro Padre es rey y nosotros sus herederos. Uno solo es Hijo con título pleno. Después de tantos reinados se instauraría el reino del Padre que es un reino paterno y eterno. Como dice el Salmo 72, un reinado de justicia en defensa de los pobres y desvalidos, de prosperidad duradera. En la oración se pide que venga, en la acción se intenta hacer que la venida sea una realidad.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: la voluntad del padre es el bien de sus hijos. ¿Sabemos cuál es nuestro bien y cuál nuestro mal? Jesús explicó la voluntad del Padre: "no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). Para ello, es necesaria la ayudad el Espíritu como dinamismo de la existencia Y así se cumplirá la voluntad de Dios, pues los que se dejan llevar por el Espíritu son hijos de Dios (Rm 8,14)
Danos hoy nuestro pan de cada día: Son millones las personas que mueren de hambre todos los días, mientras otros participan en banquetes. Culpamos a Dios y nos olvidamos de que los hermanos habrán de colaborar. Dios desea nuestra generosidad, nuestro esfuerzo, nuestra fraternidad. El es Padre, pero no para sustituirnos. Que el Espíritu de Dios pueda consagrar y transformar nuestro pan cotidiano (Sal 128,3: Lc 14,15).
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: “Te vuelves tierno y perdonas" (Os 11,8). Somos todos hijos y el Señor nos conoce. Y nos enseña a perdonar. Envió a su Hijo a perdonar las ofensas cometidas contra El y pidió perdón por los que ofenden. Recomendó y enseñó con sus obras el noble y difícil arte de perdonar. Si tenemos que perdonar al prójimo, también necesitamos que el nos perdone. Cuesta perdonar: por amor a la justicia y por amor al prójimo. El Padre conoce las envidias y odios entre los hermanos: "Padre, perdónanos y danos tu Espíritu para que sepamos perdonar".
No nos dejes caer en la tentación: El Padre nos ayuda en las dificultades, en los obstáculos. "Si atraviesas las aguas, yo estoy contigo; si pasas por los ríos, no te anegaran. Si andas por el fuego, no te quemaras, ni la llama prendera en ti" (Is 43,2). Como el niño, que ha de superar una serie de etapas para llegar a ser adulto, así tendremos que alcanzar nosotros el estatuto de Hijo (Ef 4,13).
Líbranos del mal: ¿Que" es el mal? ¿Donde aparece el mal? Si todo lo que Dios creo es bueno, ¿de donde viene el mal? El mal es el no ser, es la muerte y es el odio. Si el hombre mortal es bueno, ¿por que su muerte es mala? ¿No es el odio un amor al contrario, un amor mal dirigido?
"Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta" (Rm 7,21). El mal promueve el odio y la muerte. La comunicación con los otros provoca un enriquecimiento del propio ser; cerrarse a ellos, es renunciar a ser mas. ¡Cuántas caras tiene el mal! ¡Cuantas mascaras tiene el mal! ¡Cuantos recursos tiene el mal!
La primera carta de San Juan nos presenta esta fraternidad. Desde el inicio (Jn 1,1-4), el texto nos presenta una serie de condiciones para ser hijos de Dios (Un 1,5-10). Después se han de cumplir los mandamientos (Un 2,3-11). Permaneced en el amor (1 Jn 2,26-28). Pero, ¿que es ser hijo de Dios? ¿Cuales son sus consecuencias y sus exigencias? (1 Jn 3,1-2.9-10).
El amor como sistema de relaciones. Puede ser un punto de partida para alcanzar el verdadero amor (1 Jn 4,7-21). Dios es... El amor perfecto, es aquel que nos hace crecer…
Tomado del libro: Con Dios Padre. Encuentros para todo tiempo. Editorial Paulinas. Disponible en toda le red de librerias Paulinas.