viernes, 22 de abril de 2011

Viernes Santo, liturgia del día

Este día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: su aprehensión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión.

Liturgia.
Durante la mañana o al mediodía se celebran los tradicionales Via Crucis.
El Viernes y Sábado en la mañana se omite por completo la celebración de la Misa. El altar debe estar desnudo por completo.

Alrededor de las tres de la tarde, se celebra la Pasión del Señor, la sagrada comunión se distribuye solamente dentro de esta celebración. Los ornamentos requeridos para la celebración son color rojo.

La celebración de la Pasión tiene tres momentos:
1. Liturgia de la Palabra:
Lecturas de la Pasión de Jesucristo nuestro salvador y sacerdote eterno y universal por su Pasión Redentora, y la oración universal de los fieles con las intenciones establecidas como respuesta a esa Palabra. La lectura Evangélica todos los años es la misma, del Evangelio según San Juan.

2. Adoración de la Cruz: para compartir con Cristo este momento tan trascendente. La Cruz es el paso para el triunfo, se adora y venera con alegría y amor, pues en ella está nuestra salvación. "El que quiera ser mi discípulo tome su cruz y sígame".

3. Comunión: Se completa la vivencia de la Cena Pascual y su continuación en el "Monumento" que se puesto desde el día anterior (Jueves Santo).

Al final todos se retiran en silencio.

Por la noche, en algunos lugares se acostumbra realizar la Procesión del Silencio.




Fuente: www.vivelasemanasanta.com

jueves, 21 de abril de 2011

Jueves Santo, fiesta de institución del sacerdocio

La dignidad del sacerdocio católico
(por San Alfonso María de Ligorio)

San Ignacio, el mártir, dice que el sacerdocio es la cumbre de todas las dignidades que puedan existir en este mundo. Y san Efrén subraya: ”Es un milagro admirable la inconmensurable dignidad sacerdotal”. Bartolomé Caneo escribe apoyándose en San Agustín:”Oh sacerdote de Dios. Si contemplas lo alto del cielo, más elevado eres tú… si contemplas la sublimidad de los señores terrenos, más sublime eres tu; sólo eres inferior a tu Creador”.


San Crisóstomo, recordando las palabras de Jesús:”Quién los escucha a ustedes, me escucha a mí”, escribe:”Quien honra al sacerdote, honra a Cristo y quien injuria al sacerdote a Cristo injuria”. Los sacerdotes son los dispensadores de las gracias divinas, son colaboradores de Dios. Por eso declara San Máximo de Torino que el juicio del cielo está sometido a la voluntad del sacerdote porque ”el señor obedece al siervo y todo lo que aquel indica aquí abajo, lo cumple aquel arriba”, se atreve escribir San Juan Crisóstomo.

Si bajase el redentor mismo a su Iglesia y se sentara en el confesionario para perdonar los pecados diría Jesús:”Yo te absuelvo”, y si estuviese sentado un sacerdote en el confesionario al lado también diría”:Yo te absuelvo”, y ambos penitentes serían perdonados de la misma manera”. ¡Qué honor sería si el jefe de gobierno le diese a alguien el poder de sacar de la cárcel a quien quiera! Pero más grande es el privilegio y el poder que el Padre le ha dado a Cristo y este a los sacerdotes de liberar a las almas del poder del infierno como dice san Crisóstomo:”Todo juicio del cielo les ha sido entregado”.

Por eso podemos comprender que San Ambrosio afirma sin dudar:”No hay en este mundo nada que sea más elevado.” O para utilizar las palabras de San Bernardo:” A ustedes los sacerdotes el Señor los ha puesto por encima de reyes y emperadores, encima de los mismos ángeles”. Continúa diciendo San Pedro Damiani:” Los ángeles están al lado de los que ellos guardan y esperan la palabra del sacerdote; ni uno de ellos tiene el poder de atar o desatar”. Se cuenta una historia de los tiempos de San Francisco de Sales. Éste había ordenado sacerdote a un joven clérigo. El santo había observado antes cómo llegado a la puerta el joven solía siempre pararse como quien cede el paso a alguien.

Después de la ordenación vio que ya no cedía al paso. San Francisco le preguntó al joven sacerdote al respecto y éste le respondió:”Tengo el privilegio de ver continuamente a mi ángel de la guarda. Este siempre caminaba a mi derecha y delante de mí. Pero después de mi ordenación sacerdotal el ángel camina a mi izquierda y ya no quiere pasar delante de mí por la puerta”. Algo similar enseña San Francisco de Asís: “Si veo al mismo tiempo a un sacerdote y a un ángel, saludaría primero al sacerdote y luego al ángel.”

Muchos santos se animan hasta a decir que el poder del sacerdote es mayor que el de la Virgen María. San Bernardino de Siena escribe:”Bendita Virgen María, no quiero hablar en contra tuyo; perdóname, si digo: el Señor ha elevado al sacerdocio más que a ti porque el sacerdote puede llamarte a estar presente en este mundo en la consagración cuantas veces quiere mientras que tú tenias que esperar que se haga la voluntad de Dios”.

lunes, 18 de abril de 2011

Semana Santa año tras año

La Semana Santa nos hace sentir el aliento divino. En ella están compactadas grandes verdades de la fe, como la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, cuyo relato nos estremece al proclamarlo dentro de la liturgia. En la austeridad de esos días, quienes podemos celebrarlos bien, sentimos la belleza de una teología narrativa, cuyo simbolismo ilumina muchas realidades del drama humano de la vida. A la par del relato de los sufrimientos de Cristo, vemos iluminarse, como en un primer plano, todos los demás dolores que sigue padeciendo la humanidad entera.

Desde el Domingo de Ramos hasta el de Pascua, se nos hace una eternidad la relectura de aquellos escenarios vividos por Cristo. Es intenso descifrar su contenido y aplicarlo a la realidad, ya sea en el microcosmos de nuestras propias historias personales o en el macrocosmo de la gran Historia por la que transita la humanidad actual.

Si ponemos ante nuestros ojos aquellos personajes, son impresionantes su peso y las consecuencias de su acción. Parecen ignorar la trascendencia de lo que está pasando, aunque ya estuvo escrito en muchas profecías.

Allí están representados distintos poderes, civiles y religiosos, locales y extranjeros, con sus propios intereses, y a vistas de un pueblo que se deja manipular por los que entienden bien la psicología de las masas y las conducen, con un falso liderazgo, hacia el mal. Allí están también los buenos, más vulnerables que nunca, aplastados por las fuerzas sutiles del mal. ¿Con cuál de ellos nos identificamos?, ¿a quién nos pareceremos más? Sin embargo, somos también los creyentes de la religión en la que muchas veces Dios, de los males, saca bienes. Año tras año, la Semana Santa es la oportunidad de recordarlo. ¿No tenía el Mesías que padecer todo eso para entrar en su gloria? (Lucas 24, 26).

La verdad es que la Resurrección acaba iluminando todo el misterio del dolor y del sufrimiento. No podemos llorar y sufrir como los que no tienen fe. Para nosotros, el misterio del mal en el mundo, al lado de todas las teorías que se puedan seguir planteando, tiene una fisura por la que se le puede vencer y no es otra que la voluntad de vencer al mal a fuerza de bien. Nos lo enseñó Jesús; por eso, tantas veces, acabamos dando las gracias de haber sufrido.

Autor: Padre Roberto Fernández

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