El Beato Timoteo Giaccardo nació en Nazole (Cúneo-Italia), el 13 de junio de 1896; fue bautizado el mismo día con el nombre José Domingo.
Siendo muy joven, se encontró con el padre Santiago Alberione y entró en el seminario de Alba. Eran sensible a las nuevas necesidades de los tiempos y abierto a los modernos medios pastorales de evangelización. Con el consentimiento del obispo, en 1917 pasó del seminario a la naciente Sociedad de san Pablo. Como director de los primeros muchachos fue llamado “Maestro”, y así permaneció como guía y formador de los jóvenes. Fue el primer sacerdote paulino. En enero de 1926, por su gran amor al Papa, fue enviado a Roma para dar inicio a la primera casa de la Congregación en Roma.
En 1936 regresó a Alba como Superior de la casa madre. Vicario General de la Sociedad de San Pablo, colaborador fidelísimo del Fundador, se entregó sin descanso a la naciente Familia Paulina, elevándola a una profunda vida interior y a sus apostolados específicos.
Su vida es un ejemplo actual. Nos enseña cómo se puede alcanzar la más profunda vida espiritual con la más intensa vida apostólica. Ofreció su vida para que fuera reconocida en la Iglesia la Congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro. El señor aceptó la ofrenda.
Murió el 24 de enero de 1948, vigilia de la fiesta de la conversión de San Pablo. Sus restos mortales se encuentran en Roma en la cripta del santuario de la Virgen “Reina de los Apóstoles”, en la casa fundada por él. Fue beatificado por Juan Pablo II, en Roma, el 22 de octubre de 1989.
La Familia Paulina debe mucho, y en todos los aspectos, al maestro Giaccardo. Había comprendido la necesidad, las condiciones y la eficacia del Apostolado de la prensa en sus diversas formas… Ofreció su vida por la Familia Paulina y pasó al descanso eterno llorado por todos y dejando un recuerdo profundo de su vida ejemplar, por eso que en la Familia Paulina, se da una providencia amplísima de gracias porque el padre Timoteo Giaccardo, en la sociedad de San Pablo, halló esta amplia providencia de medios de gracia, de dones, tanto para el espíritu como para el apostolado y cuanto es necesario a la vida y a nuestra actividad. Y para que el ejemplo del beato Timoteo Giaccardo, que “se derramó en el corazón de cuantos se le acercaron”, permanezca vivo y presente en cada sacerdote paulino, de modo que cada uno le imite en la fidelidad a la vocación paulina y al ardor apostólico, igual para la Familia Paulina.
Fuente: JUPAFOR