Verónica Clara entró en Iesu Communio después de recibir la Cruz JMJ de los jóvenes australianos
Sólo en los preparativos, sin que se haya celebrado, la JMJ de Madrid ha cambiado muchas vidas. Esta es la historia de Verónica Clara Montes una joven que vio su vocación al recoger la Cruz de la JMJ de manos de los jóvenes australianos, para empezar a recorrer toda la geografía española.
Como por una casualidad Verónica Clara sería una de las jóvenes elegidas para acercarse al altar y recibir la Cruz de la JMJ en la Semana Santa de 2009, en Roma.
A continuación el testimonio de esta joven, hoy Hermana de Iesu Communio, que desde su convento apoya la Jornada Mundial con su oración:
“Durante la JMJ del 2005 celebrada en Colonia pude convivir con muchos cristianos. La experiencia me hizo comprender que el cristianismo no es una utopía, sino una realidad viva. Descubrí la belleza de ser cristiana y, desde ese momento, decidí participar en todo lo que me ofreciera la Iglesia.
Y así un día, mientras revisábamos en el grupo de jóvenes de la parroquia el plan del viaje a Roma durante la Semana Santa del 2009, me dijeron que yo sería una de las jóvenes elegidas para acercarme al altar y recibir la Cruz de manos de los jóvenes de Sídney. Se me concedía el don de ser una de las que tomaban el testigo directamente de los jóvenes de Sídney.
Sólo en los preparativos, sin que se haya celebrado, la JMJ de Madrid ha cambiado muchas vidas. Esta es la historia de Verónica Clara Montes una joven que vio su vocación al recoger la Cruz de la JMJ de manos de los jóvenes australianos, para empezar a recorrer toda la geografía española.
Como por una casualidad Verónica Clara sería una de las jóvenes elegidas para acercarse al altar y recibir la Cruz de la JMJ en la Semana Santa de 2009, en Roma.
A continuación el testimonio de esta joven, hoy Hermana de Iesu Communio, que desde su convento apoya la Jornada Mundial con su oración:
“Durante la JMJ del 2005 celebrada en Colonia pude convivir con muchos cristianos. La experiencia me hizo comprender que el cristianismo no es una utopía, sino una realidad viva. Descubrí la belleza de ser cristiana y, desde ese momento, decidí participar en todo lo que me ofreciera la Iglesia.
Y así un día, mientras revisábamos en el grupo de jóvenes de la parroquia el plan del viaje a Roma durante la Semana Santa del 2009, me dijeron que yo sería una de las jóvenes elegidas para acercarme al altar y recibir la Cruz de manos de los jóvenes de Sídney. Se me concedía el don de ser una de las que tomaban el testigo directamente de los jóvenes de Sídney.