Para San Pablo, la espiritualidad significó “vivir” en Cristo y apreciar los dones del Espíritu otorgados para “construir el Cuerpo de Cristo” aquí y ahora. No se puede hablar del seguimiento de Cristo, del proceso de la vida cristiana, de la fraternidad, de la oración, de la espiritualidad cristiana sin entrar de fondo en lo que es la vida en Cristo. Por eso Pablo no se cansa de repetir la frase “ser en Cristo.” El cristiano existe en Cristo (1Cor. 1-2; Rom. 8,1), es uno en Cristo (Gal. 3, 28), y es santificado en Cristo (1 Cor. 1,2).
La culminación de ser en Cristo y de ser habitados por Dios, es vivir en El: el Espíritu de Dios habita en vosotros (Rom. 8, 9,11); no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi (Gal.2, 20).
Estar en Cristo, participar de la vida que él tiene y es, recibida del Padre, es el centro y el fundamento de la existencia del creyente, y la máxima plenitud a la que todos podemos aspirar. Es conocer al Padre, amar al Padre, confiar en el Padre, vivir en comunión con el Padre, escuchar al Padre. (Col. 1,9-10).
No existe una manera rápida para alcanzar este reto, para convertirnos a Dios y transformar nuestras vidas. Exige años de esfuerzo, de búsqueda, de escuchar todo de la vida, de aprender a escuchar la voz de Dios.
En medio del ruido ensordecedor de la vida diaria, escucha con el corazón de Cristo. Escucha con oído de amante. Escucha la voz de Dios. Escucha en tu propio corazón el sonido de la verdad.
Hasta que algún día podamos escuchar a aquellos que amamos, pero sobretodo podamos llegar a amar a los que nos desagradan y descubrir que la santidad está aquí y ahora. Entonces podremos recoger la cosecha de toda una vida de conocer a Cristo, de ser en Cristo, y afirmar con san Pablo: «vivo, no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal.2,20)
Autor: Irma Hernández Torres
Fuente: http://cartapalabrayespada.blogspot.com
La culminación de ser en Cristo y de ser habitados por Dios, es vivir en El: el Espíritu de Dios habita en vosotros (Rom. 8, 9,11); no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi (Gal.2, 20).
Estar en Cristo, participar de la vida que él tiene y es, recibida del Padre, es el centro y el fundamento de la existencia del creyente, y la máxima plenitud a la que todos podemos aspirar. Es conocer al Padre, amar al Padre, confiar en el Padre, vivir en comunión con el Padre, escuchar al Padre. (Col. 1,9-10).
No existe una manera rápida para alcanzar este reto, para convertirnos a Dios y transformar nuestras vidas. Exige años de esfuerzo, de búsqueda, de escuchar todo de la vida, de aprender a escuchar la voz de Dios.
En medio del ruido ensordecedor de la vida diaria, escucha con el corazón de Cristo. Escucha con oído de amante. Escucha la voz de Dios. Escucha en tu propio corazón el sonido de la verdad.
Hasta que algún día podamos escuchar a aquellos que amamos, pero sobretodo podamos llegar a amar a los que nos desagradan y descubrir que la santidad está aquí y ahora. Entonces podremos recoger la cosecha de toda una vida de conocer a Cristo, de ser en Cristo, y afirmar con san Pablo: «vivo, no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal.2,20)
Autor: Irma Hernández Torres
Fuente: http://cartapalabrayespada.blogspot.com