Las mujeres bendecidas, son bendición para la familia, los amigos, la comunidad, la Iglesia. Lo son, por sentirse amadas por Dios e instrumento de su amor para construir paz, la paz que sólo da Cristo. Son apoyo para sus seres amados y para toda empresa que conlleve al desarrollo social, cívico, solidario de la comunidad, y son el viento que impulsa a los otros a un mismo norte, porque al orar entre sus manos tejen el telar con hilos de paciencia y perseverancia, especialmente, orando por los miembros de su familia cuyos corazones aún no palpitan Trinitariamente.
Siempre son bendecidos los días de las mujeres que alaban a Dios, que en cada amanecer levantan su mirada al cielo y al anochecer dicen ¡Gracias Señor! y que se regocijan en la presencia de Dios con una fe activa, que esperan en Su providencia sin ser pasivas, aportando la oración y la acción en su labor en la sociedad, la familia, la iglesia, la comunidad.
En la Palabra de Dios desde hace muchos siglos ya se referían a la igualdad entre hombres y mujeres; Dios nos bendijo por igual a mujeres y hombres para cumplir un propósito, tenemos igual dignidad, igual filiación divina.
¿Has considerado el asistir a la eucaristía y dar gracias a Dios por ser una mujer bendecida por Él?, ¿Por qué no piensas que también sería bueno cantar el Magníficat?, este es el ejemplo que nos da María, la mujer más bendecida de generación en generación. O ¿Qué te parece orar por las mujeres más necesitadas, las que aún no se consideran bendecidas por Dios? A ellas hay que extenderles la bendición de Dios que existe, son nuestras hermanas.
¡Dios nos siga bendiciendo para ser bendición para los demás.
Fuente: Jaynes Hernández Natera