sábado, 19 de diciembre de 2009

Actitudes que debemos vivir durante el Adviento


La Conversión

Para comprender la invitación del Adviento: “Preparen los caminos del Señor”, es necesario que nos situemos en la historia del pueblo de la Alianza. Israel, hace más o menos veinticinco siglos, como muchos otros pueblos, fue invadido por una potencia extranjera: Babilonia. Esta, a su paso, sembró muerte y desolación. El templo fue destruido; sus símbolos patrios, consumidos por el fuego. La población israelita fue deportada. El pueblo de la Alianza, el pueblo de Dios, se convirtió en pueblo de desplazados, de esclavizados, de exiliados.

En medio de esta terrible experiencia creció la conciencia de Israel sobre sí mismo: descubrió su fragilidad, su obstinación y su pecado. Había vuelto la espalda a Dios, quien lo había sacado de Egipto, y en cambio se había vuelto injusto, opresor e idólatra. El exilio comenzó, entonces, a ser entendido como un llamado a volver a Dios, de quien se había alejado con tales acciones. La oración reavivaba la certeza del amor de Dios, fiel pese al desamor de Israel y alimentaba la alimentaba la esperanza de que Dios no olvidara para siempre a su pueblo. Israel regresaría a la tierra prometida.

Los profetas, antes, durante y después del destierro de Babilonia ayudaron a crecer en esta conciencia de sí al pueblo de Israel. El profeta Isaías invita a vivir este retorno como una vuelta al Señor, preparándole el camino. Allí, todo lo que impida el paso de Dios ha de ser eliminado, de modo que Dios mismo pueda acompañarles en la travesía. Se trata de una compañía anhelada, puesto que es capaz de hacer resurgir la vida desde el corazón del pueblo.

Las personas que acuden a la voz de Juan lo hacen porque, como él, desean ardientemente la venida del Señor. No simplemente para ser buenos o ser mejores. No solo expresan el cambio de vida con un signo del mismo –el Bautismo de inmersión– sino que entran en la dinámica exigente, en el “dar fruto” que testimonia una verdadera conversión”. Se trata de actitudes que nos invitan a salir de nosotros mismos y sentir como propias las necesidades de los demás.


Con otras palabras, San Pablo nos dice que “despertemos del sueño” y aceptemos de corazón esta invitación a la conversión, para acoger la novedad del amor solidario que se nos descubre en el pesebre. El Adviento nos enseña a vivir en el camino de las Bienaventuranzas para hacernos sensibles al don de la humanidad de Dios y abrazar, como él, a sus predilectos: los pequeños, los pacíficos, los luchadores por la justicia, los de corazón puro…

Para reflexionar
¿Qué experiencias personales te han permitido conocerte mejor? ¿Qué cualidades personales y de otras personas has descubierto en los momentos de dificultad?

¿Qué “frutos has de dar para preparar el camino de Dios en tu vida?

Fuente: Preparemos la fiesta. Adviento y Navidad. Editorial Paulinas.

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Beato Santiago Alberione - Fundador de las Hijas de San Pablo (Paulinas)

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