No es el camino de los conformistas y de los satisfechos con la situación de este mundo; sino de los violentos y rebeldes que aspiran a que su paso por él lo haga un poco mejor.
No es el camino de los que regatean y miden sus obligaciones para con Dios y el prójimo; sino de los que siguen voluntariamente a Jesucristo.
No es el camino de los egoístas, que sólo miran hacía sí mismos; sino de los generosos que piensan en los pobres de la tierra.
No es el camino de los que quieren hacer un favor a Dios; sino de los que corresponden agradecidos a la propuesta que Dios les hace.
No es el camino de los desilusionados, aburridos, tristes; sino de quienes sienten el fuego del Evangelio.
No es el camino de los que confían en sus fuerzas; sino de los que se abandonan y apoyan constantemente en Dios.