viernes, 15 de agosto de 2008

En Beijing tras el oro; en la vida por la corona incorruptible

Los premios olímpicos en Beijing
En los actuales juegos olímpicos, que se realizan en Beijing se premiarán a los atletas con las típicas medallas de oro, plata y bronce, las cuales tendrán una dimensión de setenta milímetro de diámetro y seis de espesor, en una de sus caras lucirá el simbólico logo de los juegos olímpicos rodeado de jade y en su revés se muestra la imagen de la diosa griega de la victoria y la del estadio panateneico. Las cintas con las que se colgarán las medallas los atletas campeones serán de color rojo como señal de fiesta y alegría. Los certificados serán fabricados con seda y papel arroz y serán impresos son las modernas técnicas de impresión digital.

Los valores de la victoria, la fiesta y la alegría, tienen en el pensamiento paulino de la premiación al atleta de Cristo y significado trascendental si se compara con la actual simbología del premio olímpico de Beijing.

El premio para los atletas de Dios
Así como en los antiguos juegos olímpicos,los atletas, al decir de San Pablo se abstienen de todo por una corona fabricada de hojas que se corrompen y luego se marchitan; los deportistas olímpicos contemporáneos hacen todo cuanto les sea posible para alcanzar unas medallas de oro, plata o bronce y ser ubicados en la plataforma de los campeones y en la lista de los campeones. San Pablo compara el esfuerzo y la abstinencia de estos deportistas igual al autocontrol y edificación de la vida espiritual del cristiano, al cual no se le premiará con una corona que se marchita, sino con una corona incorruptible.

En este artículo nos referiremos a las distintas coronas que en sus distintas cartas el apóstol ilustra para anunciar el premio que como atletas de Dios, recibiremos los fieles cristianos.

La corona de Justicia
La corona de Justicia se le otorgará a quienes han dedicado toda su vida al Señor Jesús, y han producido grandes obras en su Reino. Al respecto escribe San Pablo: “ ..he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su Manifestación” (Cfr. 2 Tim 4, 7-8). El cristiano, debe ver e imitar a San Pablo como el gran púgil que pelea hasta el fin el buen combate, o como un atleta que corre la carrera sin perder la fe en la meta y la concluye. El deportista cristiano conjuga la espiritualidad cristiana con la deportiva.

La corona de la vida
En la Carta a Santiago, el apóstol de los gentiles, declara la siguiente bienaventuranza: “Bienaventurado el varón que sufre la tentación; porque cuando fuere probado, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido á los que le aman.” (Cfr. Sant 1, 12). En esta bienaventuranza, la clave de la felicidad consiste en amar a Dios y en virtud de este amor, se sostiene en los distintos obstáculos que encuentra durante la prueba de la vida, y en consecuencia recibirá la corona de la vida. (Ver también Ap 2, 10b).

La corona de Júbilo
El que gana es el que goza, gritan los aficionados de un equipo de fútbol suramericano cuando celebran jubilosos la victoria de su equipo, en efecto así como el deportista gana y celebra, el gozo del atleta de Dios según San Pablo es la conquista de fieles para el Señor: En 1 Tes 2, 19 escribe San Pablo: “Pues ¿Cuál es nuestra esperanza, nuestro gozo, la corona de la que nos sentiremos orgullosos, ante nuestro Señor Jesús en su Venida, sino vosotros?. Si, vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo”

La corona incorruptible
Se concede a los que mediante una ascesis o entrenamiento corporal y espiritual, alcanzan a controlar el propio cuerpo, a similitud de los atletas que se privan de todo, también los creyentes se privan, practican la continencia de todo aquello que le desvía de su practica de las virtudes cristianas., 1 Cor 9, 24-27. Estos son los creyentes que son disciplinados, fieles, dignos de confianza, y auto-motivados. Esta misma corona también es mencionada en (1 Pe 5, 4) “Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que nos se marchita”.

El premio del deportista cristiano
El atleta cristiano practica el deporte con el espíritu deportivo enfocado hacia la conquista del premio, sabe que las medallas de oro, plata y bronce contienen un gran significado del esfuerzo por haber logrado la victoria deportiva; no obstante reconoce que como un atleta de Dios, lucha, corre, nada, salta, combate para alcanzar la Gloria de Dios, y con ella una corona que no es susceptible de corrupción, y por el contrario le conduce cada vez mas a la Excelencia, la perfección, la Santidad.
Autor: Prof. Tomás Bolaño

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