Dios le llama a ser una buena persona y un cristiano comprometido. Y que esto lo podrá vivir, seguro, dentro de un camino vocacional específico. Si no es el de la vida consagrada ni el ministerial, será el de la vocación laical.
Desde una visión personalista y trascendente de la vida, creemos que toda persona está llamada a desarrollar en plenitud ese germen vocacional con el que nace, al servicio de los otros. Todas las personas tienen esta vocación común. Ya desde el principio Dios llamó a ser persona, creó al hombre y a la mujer. Dios también llama a cada persona a recrear el mundo a través del «trabajo». Dominad la tierra y sometedla (Gén 1, 28).
Es la relación con el mundo que circunda, con las cosas. La persona está llamada a ejercer una profesión, a hacer un trabajo donde se sienta útil y con el que colabore con Dios a re-crear y mejorar este mundo.
Por el trabajo la persona se convierte en «administradora» y «señora» de lo creado. Tan importante como el trabajo es el ocio, por el que se goza del sentido de las cosas y de la técnica. El egoísmo, el pecado (Gén 3) puede convertir el trabajo en una esclavitud de uno mismo y de los demás.
Un oficio se puede aprender con más o menos esfuerzo. Construir una persona es algo para ir haciendo toda la vida.
La profesión no es la totalidad de la vocación, aunque muchos la reduzcan a ella.
http://pastoraljuvenilmty.org.mx
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