sábado, 26 de junio de 2010

El joven Pablo: una vocación a imitación de Cristo

Saulo creía que Jesús estaba muerto, bien muerto y que su lamentable fin sobre la cruz era la señal de la reprobación de Dios para su obra. Cuando se da cuenta de la potencia triunfadora de este Jesús que le prueba que está vivo, puesto que lo detiene y lo tira por tierra. Saulo encuentra a Cristo gloriosos, a un Cristo rodeado de luz sobrenatural.

Saulo no le ha buscado, ni se ha preparado a este encuentro; por el contrario, ha luchado ferozmente contra los cristianos y su evangelio. Y sin embargo, el Resucitado irrumpe en su vida y Saulo se convierte en Pablo y queda «apresado» por Cristo Jesús.

Todo su ímpetu y toda su actividad evangelizadora arrancan de este hecho: él tiene conciencia clara de que no es apóstol por voluntad propia, sino «por voluntad de Dios». Sabe que es «llamado como apóstol» exactamente como lo habían sido los Doce, porque le ha llamado el mismo Jesús que les llamó a ellos; y -lo mismo que ellos- también Pablo ha sido llamado por su nombre.

Haber sido llamado «por gracia» no quita fuerza a esta vocación, sino todo lo contrario: pone más de relieve la iniciativa absolutamente gratuita de Dios que llama no en virtud de los méritos contraídos sino por pura benevolencia, que tiene misericordia con quien quiere. Saulo es el modelo de la aceptación de la vocación. Para él, el llamado echaba por tierra su vida y sus convicciones. Pero este llamado fue recibido por un alma grandemente abierta.

Toda su predicación acerca de la gracia brotará de esta experiencia primera y fundante. Pudiera suceder que ciertas personas, llamadas por el Señor para una misión apostólica importante, hayan tenido un pasado aparentemente poco de acuerdo para esta misión. Pero este pasado no es para ellas un obstáculo, porque la vocación opera una renovación del alma, pone fin a un período de la existencia e inaugura un nuevo destino.

Pablo, como otros profetas, desde el seno de su madre, ha sido destinado totalmente a la misión de convertir a los paganos al Evangelio. Llegado el momento establecido por Dios, se produce su conversión y vocación.

Todos como Pablo, debemos convertirnos al Evangelio, para luego anunciarlo.

Reconozcamos la gracia de Dios en nuestra vida:
¿Eres conciente de la gracia bautismal que recibiste y te preocupas por conservarla?

¿En que momentos experimentas en tu vida la gracia actual, es decir , momentos en los que percibes la ayuda de Dios?
¿Valoras los carismas especiales, los consideras importantes?
¿Recurres con frecuencia al sacramento de la Reconciliación para alimentarte de la gracia de Dios?


Fuentes:
http://cartapalabrayespada.blogspot.com, http://www.encuentra.com, http://www.san-pablo.com.ar

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Beato Santiago Alberione - Fundador de las Hijas de San Pablo (Paulinas)

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