sábado, 6 de noviembre de 2010

Perdónanos como perdonamos

Cuando alguien nos hiere y nos apegamos a esa herida no podemos amar. La sanación interior total sólo puede ocurrir, cuando perdonamos a aquellos que nos han herido, cuando entregamos por completo al Señor nuestras heridas del pasado. Sea cual sea la experiencia que has tenido, las heridas que hayas sufrido, Jesús quiere curarlas y sanar tu corazón roto.

Perdonar es el camino de la sanación, es dejar atrás la dureza que se tenía hacia una persona, abandonando los sentimientos negativos que abrigábamos contra esa persona. Perdonar es un proceso que dura toda la vida y se va recibiendo la gracia en cada momento. Perdonar no significa olvidar, enterrar, ignorar, reprimir, justificar, o excusar. Es recordar sin dolor, sin amargura, sin sentimiento de culpa o de vergüenza. Implica renunciar al deseo de venganza para colocarnos en el camino del amor. Perdonar libera la memoria y nos permite vivir en el presente, sin recurrencias constantes al pasado doloroso. "Usted se acuerda del frío del invierno, pero ya no tiembla porque ha llegado la primavera".

Juan Pablo II nos aclara, sin embargo, que el perdón, ciertamente, no surge en el hombre de manera espontánea y natural. Perdonar sinceramente en ocasiones puede resultar heroico. Aquellos que se han quedado sin nada por haber sido despojados de sus propiedades, los prófugos y cuantos han soportado el ultraje de la violencia, no puedes dejar de sentir la tentación del odio y de la venganza. La experiencia liberadora del perdón, aunque llena de dificultades, puede ser vivida también por un corazón herido, gracias al poder curativo del amor, que tiene su primer origen en Dios-Amor.

La inmensa alegría del perdón, ofrecido y acogido, sana heridas aparentemente incurables, restablece nuevamente las relaciones y tiene sus raíces en el inagotable amor de Dios, porque no fuimos creados para odiar sino para amar.

El perdón depende de la voluntad. Es algo independiente de sentir o no sentir. Me decido a perdonar aunque no lo sienta. Es una decisión entre dejar que las heridas del pasado me controlen y me hagan un egoísta, o dejar que, la paz y el amor del Espíritu Santo controlen mi futuro.

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Beato Santiago Alberione - Fundador de las Hijas de San Pablo (Paulinas)

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