Todos respondemos de una forma u otra a la llamada del Señor. A eso llamamos vocación.Ya seas soltero, casada, religiosa, sacerdote… tu forma de vivir esa vocación condiciona tu forma de afrontar la navidad.
Siempre que llegan estos días nos acordamos de los aguinaldos, esas pagas extraordinarias que sirven para sacar de apuro los gastos en regalos y sabrosas comidas. En el tiempo de Navidad se juega con las luces de colores, y los sonidos concretos –los villancicos-, y esa especie de melodía continua que sale de nuestra boca para desear el bien a los demás en estos días, y durante todo el año. Es un espacio de tiempo, nada más. Un momento que nos centra más en el envoltorio que en el detalle. En lo superficial que en la profundidad de reflexionar sobre cómo haces el bien, y con qué frecuencia procuramos el bien a los demás.
Una vocación bien escogida no necesita de regalos, ni de muchas Navidades, ni de personas generosas en elogios. Sencillamente se vive con alegría, y se da desde el respeto. La vocación es algo más que una profesión. Es una respuesta sencilla, serena y alegre al ritmo diario; como casados, solteros, viudos…todos, si sabemos estar en lo nuestro podemos hacer el bien, sin mirar a quién se lo hacemos. Hoy necesitamos a casados que vivan con alegría la Navidad y el resto del año, a solteros que sepan compartir su tiempo desde la generosidad, viudos que entren a formar parte de historias que merecen ser rescatadas, religiosos, sacerdotes que no estén pensando todo el día en una Iglesia idealista, ni que señalen sólo las debilidades propias en una Institución tan antigua; necesitamos religiosos y sacerdotes apasionados por Cristo, alegres porque comparten los mismos sentimientos de Jesús en cualquier lugar donde se encuentren. Este es el mejor regalo que podemos dar a los demás, durante todo el año. Y esta clase de regalos no se encuentran en los grandes almacenes, o en el comercio cercano. Estos regalos se encuentran en nuestras propias personas, en el interior de cada uno.
La alegría, la capacidad de reconciliación, y relación son manifestaciones de una buena elección. La crítica propositiva es otro elemento que genera ilusión y creatividad en lo que se está haciendo. Todos hemos vivido épocas conflictivas, no tanto por las personas que estaban a nuestro alrededor, más bien por los nudos con los que convivíamos en nuestro interior; aquel que no es capaz de desatar sus nudos, vivirá en conflicto toda su vida, culpando a los demás de su equivocada elección. Y bien sabemos, que los demás no tienen la culpa de la equivocación en la propia vocación. En el lugar donde trabajas quizás tengas que aguantar, a esas personas que equivocadamente no han sabido elegir porque se han dejado llevar de la comodidad, de la apariencia, y de la condición social; el mejor regalo que puedes ofrecerles, sin que se enteren, es la naturalidad con la que vives tu vocación que ofrece perdón, comprensión, paz, sonrisa y búsqueda de la Verdad, que se halla en uno mismo. Esto de estar hablando bonito entre luces de colores, nieve artificial y árboles de plástico nos confunde con lo que es la auténtica Navidad, que es la que vives todos los días desde todo lo bueno que existe en ti, y que no eres capaz de darte cuenta.
No nos dejemos llevar por los grandes envoltorios, las grandes apariencias. Hace unos días me compartía una señora, frustrada por actitudes lejanas al ambón “padre, yo no creo en los grandes oradores, creo en los grandes corazones que sienten y comprenden”. No te quedes con la cáscara de la Navidad. Siente que la mejor Navidad eres tú, pues estás viviendo con lo mejor que has elegido, tu propia vocación. Que ésta sea la primera Navidad sin tanta preocupación material; empieza a convencerte que el mejor regalo eres tú mismo: tu sonrisa, tu manera de abrazar, tu alegría, y sobre todo tu paz. Navidad es lo mejor que hay en ti, para dárselo a otros todos los días, sin esperar nada a cambio.
Francisco Javier Acero Pérez, agustino recoleto, Parroquia Ntra. Señora de Gudalalupe de los Hospitales, México DF