Santiago Alberione - beatificado por el Papa Juan Pablo II - quien fue considerado por la Iglesia Católica como "un auténtico profeta y apóstol de las comunicaciones", debido a que a comienzos del siglo XX intentó responder a las necesidades del mundo mediante una revolución pastoral de la mano de los medios de comunicación. Fundó entro otras congregaciones a las Hijas de San Pablo, conocidas como "Hermanas Paulinas".
¿Quién fue Santiago Alberione?
Nació el 4 de abril de 1884 en San Lorenzo di Fossano (Italia) en el interior de una familia muy cristiana y trabajadora.
El "pequeño Santiago", el cuarto entre sus hermanos, experimentó desde muy niño el llamado de Dios. Un día durante su primer año en la escuela elemental, la maestra le preguntó qué haría cuando fuera mayor, a lo que él respondió: “Quiero ser cura”. Y así fue. Cuando apenas tenía 16 años ingresó en el seminario de Alba. En ese lugar se encontró con quien sería padre, guía, amigo y consejero durante 46 años: el canónigo Francisco Chiesa.
Francisco Chiesa
Pero fue la noche del 31 de diciembre de 1900 la que marcó su hermosa vocación: estando en adoración ante la Eucaristía, recibió una luz especial que le hizo comprender los signos de los tiempos... El 29 de junio de 1907 es ordenado sacerdote.
Desde ese momento se sintió profundamente obligado a servir a la Iglesia y a los hombres del nuevo siglo, por lo que fundó en 1914 la Sociedad de San Pablo, en 1915 las Hijas de San Pablo y luego le siguieron otras tres congregaciones femeninas, cuatro instituciones seculares y diversas asociaciones.
Además - y como fruto de su vinculación con los medios de comunicación en la labor evangelizadora - creó comunidades religiosas dedicadas especialmente a la impresión de periódicos, libros y revistas con la idea de llevar a todas partes los preceptos católicos.
A lo largo de su vida publicó varios libros e impulsó ediciones para todos los públicos de las Sagradas Escrituras.
El 26 de noviembre de 1971, a los 87 años de edad, el padre Alberione fallece, habiendo recibido momentos antes de su muerte la visita del Papa Pablo VI.
Las últimas palabras que dejó como testamento espiritual a sus hijos e hijas son una invitación a la esperanza: "Muero... rezo por todos, ¡Paraíso!".
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