¡Espíritu Santo! Jesús invita a los hombres a seguirle. A uno invita a dejar las redes de pesca, a otro el campo, a un tercero la mesa de recaudaciones; a todos llama personalmente. Él pronuncia las palabras de invitación: “Ven, sígueme” (Mt 4,19). Y ellos siguen la llamada y aceptan sus exigencias.
¡Espíritu Santo! Tú despiertas las vocaciones religiosas. Tú suscitas el anhelo del perfecto seguimiento de Jesús en los corazones de los jóvenes. Tú confieres a cada uno tus dones según tu beneplácito, y nadie llega al sacerdocio o al estado religioso sin tu moción, sin tu impulso amoroso y si tu guía.
Para que la Iglesia de hoy tenga vocaciones, es necesaria tu acción. Por eso te pedimos hagas germinar la gracia de la vocación en el corazón de muchas personas. Dales valor para seguir con generosidad el llamado y vivir con alegría su vocación.
Consérvales el primer amor a Cristo, para que perseveren fieles y lleven mucho fruto, como los sarmientos que permanecen unidos a la vid. “Enciende en nosotros la luz de la gracia, derrama amor en el corazón vacío, y robustece siempre con tu fuerza la debilidad de nuestro cuerpo”. Amén.
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