Es bueno detenerse un momento. Serenarse. Mirarse al espejo, estar frente a frente contigo mismo. ¿No estarás exagerando? ¿No te estarás doliendo de algo que deberías agradecer?
En la mayor parte del continente africano, y buena parte del americano y el asiático, hay niños a los que el estudio no les pesa pese al calor insoportable, a la falta de material académicoconflictos bélicos y catástrofes naturales. Quieren superarse, ponen los medios y eso les basta.


¿Te aburren los mismos juegos? Conozco imágenes de niños que por la mañana se distraen con huesos de animales; por la tarde, con huesos de animales; y, por la noche, con huesos de animales también.

¿Te fastidia que te manden a dormir? Ellos no quisieran despertarse nunca. Querrían saber que todo es una pesadilla, un mal sueño, una mala noche…
¿Te fastidia que te recomienden qué programas ver, a qué páginas acceder, qué lecturas hacer, qué carrera elegir…? Millones de seres humanos, millones y millones de niños y niñas, no tienen televisión, no conocen el internet, no saben leer y jamás escucharán qué y cómo es una universidad.
Ellos viven así día tas día, hora tras hora, minuto tras minuto, segundo tras segundo. Y aun así les queda espacio para regalar una sonrisa, un guiño, un gesto de amistad y agradecimiento. De esta manera manifiestan que se sienten dichosos de tener vida.
La cuaresma no es, como muchos creen, un simple e impositivo prohibir. Es un camino. Un pasaje que pide de nosotros donación y ofrecimiento: amor en definitiva. Es imitar a Jesús que sacia a los pobres y que, a la par, se presenta en ellos como necesitado. Y es que «hoy el Señor escucha el grito de las multitudes hambrientas de alegría, de paz y de amor», como recordaba el Papa. Éstas son, además de la miseria material, los otros tipos de penuria que aquejan hoy a buena parte de la humanidad: la pobreza que dice tristeza, que dice desunión, soledad, guerra y falta de afecto.

La cuaresma ha empezado. No estamos lejos de ponernos al día. De encauzar la aparente rebeldía, de caminar al encuentro de Cristo en nuestros prójimos y, a la vez, de acompañar a Cristo a socorrer a nuestros semejantes. De un buen examen, de sabernos depositarios de tantos beneficios, puede emanar una buena decisión que nos indique qué significa en verdad este tiempo de encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios. Eres joven, siéntete orgulloso de ello.
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