Nuestro comportamiento individual tiene repercusiones sociales. Ser conscientes de ello debe llevarnos a todos a inspirar los comportamientos personales, familiares y profesionales en los criterios morales que rigen nuestra vida social como cristiano.
La preparación profesional debe ser rigurosa y exigente; sin caer en la idolatría al éxito personal, a la posesión del poder, a la eficacia, al honor o al dinero. El proyecto de vida profesional debe estar orientado por los valores fundamentales propuestos por la Persona de Cristo, siendo capaces de dar testimonio y de vivirlos en sociedad.
Es importante amar la profesión y tener una visión global sobre el hombre y sobre la sociedad, ser capaces de abrirse a otros aspectos que estén más allá de la profesión y/o especialidad. Ser partícipes de un equipo de trabajo, de una comunidad laboral, manteniendo o actuando con confianza, libertad, fraternidad, solidaridad, lealtad y convicciones personales. Realizar el oficio con libertad, alegría, actitud solidaria. Aceptando el ejercicio de la profesión como una valiosa oportunidad para el crecimiento personal de los compañeros de trabajo y de sí mismos.
Fuentes varias
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