Una vez alcanzada una comprensión básica sobre la concepción recogida en los Evangelios respecto a las señales propias del tiempo mesiánico, podemos comenzar a preguntarnos por la aplicación a nuestro tiempo. Vivimos en los tiempos del Mesías. Por tanto, los signos característicos de la época mesiánica pueden estar perfectamente en vigor también en nuestro tiempo. Ahora bien, cualquier búsqueda de “signos de los tiempos” en este tiempo nuestro tendrá que aceptar la existencia de una mínima coherencia y continuidad entre los signos que Jesús consideró como aceptables y los signos que hoy podemos considerar como significativos de la presencia mesiánica.
Y esto significa claramente que no cualquier acontecimiento extraordinario, aparentemente grandioso y benéfico puede ser considerado sin más, de una forma apresurada, como “signo de nuestro tiempo”.
Los signos mesiánicos de nuestro tiempo no se pueden situar, como hacen las teologías del capitalismo, en sistemas económicos que, por las razones que sean, pretenden a la larga ser beneficiosos para la mayor parte de la humanidad por más que de entrada no lo puedan ser. Si hay algo propio de los signos mesiánicos, es que ellos realizan ya desde abajo lo que significan. La alimentación de las multitudes no es algo para el futuro, sino algo que se realiza ya desde ahora allí donde la confianza en el Dios de Jesús permite un compartir efectivo entre los que carecen de recursos suficientes.
Los signos de los tiempos no se pueden buscar en el poder político, ni se pueden situar a escala de toda la sociedad, ni se pueden poner en el futuro. Los signos de los tiempos son, como hemos visto, signos de este tiempo, ya presentes y actuantes en el presente. No son signos de gloria, sino signos de servicio, que se rastrean entre los humildes, y no entre los poderosos. Son signos que requieren un pueblo libremente situado bajo la soberanía del Mesías, en el que se inicia un servir mutuo y confiado.
En muchos lugares en nuestro mundo, donde el Espíritu de Jesús está ya actuando. Hoy por ejemplo, uno de los signos de los tiempos que ha salido a la luz de la opinión pública ha sido la defensa de la vida de aquellos que no pueden defenderse al interior del útero de la mujer, y la defensa de aquellos que, habiendo dado su vida por su familia, son considerados una carga que han de ser desechados.
Pidamos a Dios ver sus huellas nuestra vida, sin alarmismos, sin desesperación, sino que todo lo contrario, llenos de esperanza y alegría.
Fuente: http://www.praxeologia.org
Y esto significa claramente que no cualquier acontecimiento extraordinario, aparentemente grandioso y benéfico puede ser considerado sin más, de una forma apresurada, como “signo de nuestro tiempo”.
Los signos mesiánicos de nuestro tiempo no se pueden situar, como hacen las teologías del capitalismo, en sistemas económicos que, por las razones que sean, pretenden a la larga ser beneficiosos para la mayor parte de la humanidad por más que de entrada no lo puedan ser. Si hay algo propio de los signos mesiánicos, es que ellos realizan ya desde abajo lo que significan. La alimentación de las multitudes no es algo para el futuro, sino algo que se realiza ya desde ahora allí donde la confianza en el Dios de Jesús permite un compartir efectivo entre los que carecen de recursos suficientes.
Los signos de los tiempos no se pueden buscar en el poder político, ni se pueden situar a escala de toda la sociedad, ni se pueden poner en el futuro. Los signos de los tiempos son, como hemos visto, signos de este tiempo, ya presentes y actuantes en el presente. No son signos de gloria, sino signos de servicio, que se rastrean entre los humildes, y no entre los poderosos. Son signos que requieren un pueblo libremente situado bajo la soberanía del Mesías, en el que se inicia un servir mutuo y confiado.
En muchos lugares en nuestro mundo, donde el Espíritu de Jesús está ya actuando. Hoy por ejemplo, uno de los signos de los tiempos que ha salido a la luz de la opinión pública ha sido la defensa de la vida de aquellos que no pueden defenderse al interior del útero de la mujer, y la defensa de aquellos que, habiendo dado su vida por su familia, son considerados una carga que han de ser desechados.
Pidamos a Dios ver sus huellas nuestra vida, sin alarmismos, sin desesperación, sino que todo lo contrario, llenos de esperanza y alegría.
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