viernes, 6 de agosto de 2010

Mi transfiguración en Cristo.

Oración y presencia.

La dimensión contemplativa es pieza clave en nuestra vida cristiana. 'Orar' como Jesús, entrar en las entrañas del Padre, movidos por el Espíritu, es piedra angular de nuestro edificio espiritual.

Podemos y debemos trabajar, servir, proclamar la justicia, educar en la paz, sacrificarnos por los demás. Pero todo eso, si actuamos como cristianos e hijos de Dios, ha de estar bañado de presencia de lo divino. Sin esa presencia y gracia, las cosas buenas son siempre buenas, pero les falta el baño del bautismo en Cristo que nos ama y nos salva y nos llama...

Oír la voz del Amado.

La 'escucha' de la palabra, de los signos, de los gestos, de la voz en la nube, del grito del pobre y hambriento y enfermo..., va unido a lo anterior y forma conjunto único. Hay que oír a Dios a la criatura de Dios, a Dios que se encarna y muere y a la conciencia que reclama fidelidad en el deber, a Dios y al que llora su miseria o agradece su paz... Quien escucha sólo lo que quiere y le apetece ése no escucha a Dios y su Palabra sino a sí mismo y sus intereses. El Espíritu dice: óyeme.

Cristo en el alma y el alma en Cristo.

El 'seguimiento' de Cristo es nada menos que un proceso de transformación personal por el cual la criatura pensante y amada va dando los pasos adecuados para que cada día su modo de ser y vivir, sus sentimientos y actitudes, sus criterios de conducta y sus decisiones, le vayan acercando al Corazón de Jesús en sus gozos y sufrimientos, denuncias y animación, fidelidad personal y carga de infidelidades ajenas, voluntad de formar un hombre nuevo y asunción del desprecio de quien tal cosa aborrece...

En el misterio de luz que es la Transfiguración del Señor, la grandeza de su naturaleza divina irrumpe en la naturaleza humana y, a través de su cuerpo, nos indica que la naturaleza humana en Cristo vive con la fuerza de la persona divina que se encarnó. Lo humano y lo divino abrazados en la Verdad, el Amor, la Vida.

Pues algo lejanamente parecido debemos intentar nosotros, manteniendo nuestro valioso ser natural en cuerpo y espíritu. Dejemos que irrumpa en él la gracia y fuerza del Espíritu y nos haga de verdad hijos en el Hijo, Transfigurados en Cristo.

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Beato Santiago Alberione - Fundador de las Hijas de San Pablo (Paulinas)

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