sábado, 2 de octubre de 2010

La consistencia de mi vida espiritual

Tal vez sueñas con una vida en la que pudieses tener largos ratos de soledad para orar pero cuando tienes tiempo libre, lo malgastas en diversiones.

Posiblemente te sientas presionado ante múltiples ocupaciones y el deseo de tener tu vida entre tus manos. Ante todo no culpes a las circunstancias externas o a tus numerosos compromisos de tu falta de tiempo, sino toma conciencia de que es tu responsabilidad hacer la síntesis entre tu ser íntimo y tu ser para los demás.

Si todos los días tienes la experiencia del tiempo "desperdiciado" sin plan y sin libertad, si tienes dificultad para encontrar tu propia identidad porque vives disperso en la superficie de tu ser y experimentas el deseo de unificar tu vida en la presencia de ti mismo, en la acogida a los demás y a las cosas externas. En una palabra, deseas hacer la experiencia de Agustín en el momento de su conversión. El mismo dice que pasó entonces de la "distensión" a la "intención", de la dispersión a la unificación, del esfuerzo que dispersa al esfuerzo que concentra y unifica.


Solo en Jesucristo tu vida adquiere consistencia y solidez, en una palabra se unifica. Solo en Él encuentras tu unidad el día en que colocas tu centro de gravedad en Dios. Tu existencia logra entonces una estabilidad que echa raíces en la eternidad. No existe una receta práctica para unificar tu ser alrededor de la presencia de Dios. No se puede llegar a ella leyendo tres tratados como si se tratase de aprender el inglés en un par de meses.

No puedes pretender vivir en esta presencia de una manera habitual si no consagras largos ratos a estar en su presencia, esperando su visita y su voluntad. Es algo más allá de las ideas, de las palabras y de los sentimientos. Al mismo tiempo, sin que dependa de ti, te penetrará e invadirá esa experiencia del Dios sumamente cercano, y podrás decir con Mounier: "Mi única regla, es el tener continuamente, sin cesar, el sentimiento de la presencia de Dios".
Fuente: es.catholic.net

sábado, 25 de septiembre de 2010

Recreando el mundo a través del trabajo

Dios le llama a ser una buena persona y un cris­tiano comprometido. Y que esto lo podrá vivir, seguro, dentro de un camino vocacional específico. Si no es el de la vida consagrada ni el ministerial, será el de la vocación laical.

Desde una visión personalista y trascendente de la vida, creemos que toda persona está llamada a desarrollar en plenitud ese germen vocacional con el que nace, al servicio de los otros. Todas las personas tienen esta vocación común. Ya desde el principio Dios llamó a ser persona, creó al hombre y a la mujer. Dios también llama a cada persona a recrear el mundo a través del «trabajo». Dominad la tierra y sometedla (Gén 1, 28).

Es la relación con el mundo que circunda, con las cosas. La persona está llamada a ejercer una profesión, a hacer un trabajo donde se sienta útil y con el que colabore con Dios a re-crear y mejorar este mundo.

Por el trabajo la persona se convierte en «administradora» y «señora» de lo creado. Tan importante como el trabajo es el ocio, por el que se goza del senti­do de las cosas y de la técnica. El egoísmo, el pecado (Gén 3) puede convertir el trabajo en una esclavitud de uno mismo y de los demás.

Un oficio se puede aprender con más o menos esfuerzo. Construir una per­sona es algo para ir haciendo toda la vida.

La profesión no es la totalidad de la vocación, aunque muchos la reduzcan a ella.

http://pastoraljuvenilmty.org.mx

sábado, 18 de septiembre de 2010

Historia de mi Vocación: Hna. Maury Ibarra

Jamás había pensado en la posibilidad de que como mujer me podía realizar siendo religiosa. Tenía 27 años, finalizaba mi carrera universitaria, Contaduría Pública, cuando Jesús me tomó por sorpresa.

Asistía a la catequesis de Confirmación, con todos mis hermanos (somos 4 en total, 3 hembras y un varón) y cuando nos presentaron a nuestras futuras catequistas, 4 novicias del San José de Tarbes, yo llegue a preguntarme cuando las vi: ¿Qué pasa por la cabeza de una mujer para castrar su vida de ese modo? Nada más lejano de la verdad. La presencia de las hermanas comenzó a cuestionarme sobre el sentido de mi vida y lo que quería hacer con ella, o mejor que quería Dios que yo hiciera.

No fue fácil aceptar que Dios me pedía un compromiso más radical en mi vida; que no sólo debía participar en la parroquia, ser catequista, asistir a misa y comulgar casi a diario.
Dios me pedía la donación total de mi vida en servicio a mis hermanos, lo que contrastaba fuertemente con mis deseos y sueños: formar una familia, una hija, un apartamento, carro, viajes, etc, etc, etc. Pero Dios cuando te llama no se deja ganar en generosidad, y si tú en disponibilidad le respondes si, te entrega una maleta donde está todo lo necesario para caminar en su seguimiento.

En mi búsqueda vocacional me ayudaron muchas personas, ángeles que Dios puso en mi camino para mostrarme lo que Él deseaba para mí. Conocí a las hnas Paulinas en junio de 1998, participe en un retiro vocacional con ellas en agosto y sentí que era allí donde el Señor me quería: evangelizar con los medios de comunicación, usar dichos medios para el bien de las personas.

Inicié el aspirantado en enero de 1999. El 15 de marzo del 2003 hice mi primera profesión, y el 18 de septiembre del 2010 serán mis votos perpetuos, diré si a Dios de forma definitiva. Me siento muy feliz, comprendo que Dios desde entes de nacer te entrega una misión para realizar en el mundo, y que cada uno se puede realizar como persona, buscando concretizar aquello a lo que es llamado a ser desde la eternidad.

Hna Maury Ibarra, hsp

sábado, 11 de septiembre de 2010

Ser para los demás, ser para el mundo

En la vida estamos para ser y ser para los demás. No hay mayor felicidad que hacer algo útil por los demás, aunque sea muy sencillo, como una sonrisa, una mano amiga, una palabra esperanzada, un corazón acogedor. Es preciso formar hombres para los demás y con los demás. Para los demás porque no es para sí mismo sino para servir a la humanidad allí donde hay más necesidad con el fin de que se realice «la Mayor Gloria de Dios».

Ser para los demás significa estar en los lugares donde hay personas que no conocen a Dios ni a Jesucristo, para que le conozcan y amen más, donde hay almas pobres con hambre de conocer a Jesús, donde haya persecución por la promoción de la fe y la lucha por la justicia para defender los valores y criterios de Dios: la hermandad entre los hombres, la justicia, la libertad, el amor.

Ser con los demás, trabajando en comunidad con otras personas que desean dar su vida por la implantación del Reinado de Dios en este mundo. Esta es la dimensión más atrayente de la vida religiosa, el deseo de ‘ser para los demás’. No hay un religioso que sea sólo para sí mismo.

¿Cómo es posible ese ser para los demás?, ¿cómo puede el ser humano olvidarse de sí por el otro? Esto tiene que ver con la naturaleza más íntima del hombre, en la cual está impreso el amor, la inclinación natural y desinteresada del hombre hacia el bien, bien propio y bien del otro.

El paso previo de “ser para los demás” es tejer relaciones en la solidaridad entre nosotros. Las primeras comunidades cristianas comprendieron que las exigencias del amor se ven y se hacen realidad en las relaciones cercanas, con los que vivo y estoy. Es así que la comunicación, el encuentro, el diálogo y la solidaridad son los cauces únicos para crear auténticas relaciones, así la persona es aceptada y reconocida por lo que es y no por su color, su lugar de nacimiento o su status social.

Debemos tener presente que todo ser humano lleva en sí mismo dos exigencias: el "ser para" y el "estar con". En el fondo, es la exigencia de una ética: ser para los demás. Pero también de una mística: estar con el otro, con los demás, y, en definitiva, con el Otro. Es la experiencia inefable en la que nos jugamos el ser o no ser que nos acerca o nos aleja del que es nuestra memoria subversiva, nuestra fuerza y nuestra esperanza: Jesús de Nazaret. A Dios no lo encontramos sólo con razones. Porque hombres cargados de razones se han cargado a millones de seres humanos. A Dios lo encontramos en la coherencia ética, que nos humaniza, y desde la experiencia mística, que nos libera de nuestra inhumanidad y nos convierte en seres “para los demás y para el mundo”.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Jesús y el joven, Jesús y yo

«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna» (Mc 10,17).

Una vez un joven le hizo esta pregunta a Jesús. Como respuesta Jesús le recordó los mandamientos de Dios. Y cuando el joven le dijo que los había cumplido desde pequeño, Jesús lo miró con amor y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuánto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme» (Mc 10, 1).

«¡Ven y sígueme!». La invitación que el Señor dirigió aquel día al joven citado en el evangelio llega hasta nuestros días. La Iglesia repite esta invitación cuando el Papa, los obispos y todas las personas comprometidas en la atención pastoral de los jóvenes los invitan a reunirse. Hay muchas ocasiones en las que los jóvenes se pueden encontrar: en sus parroquias y en sus diócesis y, en las Jornadas Mundiales de la Juventud: en Roma, después en Buenos Aires en Argentina, sucesivamente en Santiago de Compostela en España, en Jasna Gora en Polonia y en Denver en los Estados Unidos, etc.

¿Qué significan para vosotros, jóvenes del Forum Internacional? Las palabras de Jesús: «Como el Padre me envió, también yo los envío».

Siempre es Cristo quien envía. Pero ¿a quién envía? Ustedes, jóvenes, son aquellos a quienes Jesús mira con amor. Cristo, que dice «sígueme», quiere que vivan su vida con un sentido vocacional. Quiere que sus vidas tengan sentido y una dignidad concreta.

¿Qué es lo que Cristo pide a los jóvenes? El Concilio Vaticano II nos ha hecho más conscientes del hecho de que existen muchas formas de construir la Iglesia: toda forma de apostolado es válida y fecunda si se desarrolla en la Iglesia, por la Iglesia y para la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, del que se habla en la enseñanza de San Pablo.

¡No esperéis más tiempo para dar una respuesta a la llamada del Señor!

Cuando nuestra respuesta es más específica y, como Moisés, decimos: «heme aquí» (cf. v.4), él nos revela más claramente a sí mismo y nos manifiesta su amor misericordioso con su pueblo necesitado. Poco a poco nos lleva a descubrir el modo concreto de servirle: «yo los enviaré». Es precisamente en este momento cuando nos asaltan los miedos y las dudas que nos disturban y que hacen más difícil la decisión. Y es entonces cuando más necesitamos sentirnos sostenidos por el Señor: «Yo estaré contigo». Cada vocación es una profunda experiencia personal de la verdad de estas palabras: «Yo estaré contigo».


Cristo dice: « ¡Ven conmigo en el Tercer Milenio a salvar el mundo! ».

Fuente: Mensaje de S.S. Juan Pablo II con ocasión de la X Jornada Mundial de la Juventud

sábado, 28 de agosto de 2010

EL AMOR CRISTIANO

“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”. Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro.

Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Ya en aquella hora, Él anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo a sus discípulos en el pan y en el vino, su cuerpo y su sangre como nuevo maná (cf. Jn 6, 31-33).

La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán. La comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él, y por tanto, también hacia la unidad con todos los cristianos.

Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora.

En la Eucaristía, en la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este “antes” de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.

Los Santos –pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta– han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero.

Los Santos son los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y amor.

San Pablo les escribió a los cristianos de Roma: “Que vuestra caridad no sea una farsa”. Hoy podríamos decir lo mismo de otro modo: que sepamos, con esperanza, vivir el amor de verdad.

Benedicto XVI
Deus caritas est

sábado, 21 de agosto de 2010

Aprender a mirar

¡Señor, abre mis ojos, ilumina mis ojos¡
Que aprenda a mirar a las personas con tu misma mirada!

Lo que miramos influye en nuestro mundo interior. Aprender a mirar es también aprender a no mirar. Todo lo que penetra a nuestros sentidos, penetra en nuestra conciencia. La mirada limpia es importante por que, si no hay castidad y pureza no se da el amor.

La mirada no es solamente un acto físico; es una acción humana, que expresa las disposiciones del corazón. Hay miradas de amor y de indiferencia: miradas que muestran apertura y disponibilidad para comprender, y miradas cegadas por el egoísmo. Nosotros queremos mirar con ojos limpios.

La mirada limpia y pura afirma el valor de cada ser humano, considerado en sí mismo y no en la medida que satisface el propio interés. Educar la mirada es una lucha importante, que influye en la calidad de nuestro mundo interior.

Toda vida tiene sentido, lo que toca a cada uno es descubrirlo y realizarlo. Lo que pasa es que hay que saber mirar. Por tanto, vamos a tratar cómo deberá ser nuestra mirada para que, sin problemas, cada uno encuentre la razón de ser de su vida y sepa vincularse a ella.

Para buscar el sentido, aprender a mirar

Vivir con sentido requiere mirar. Aprender a mirar es imprescindible para aprender a vivir. Aprender a mirar exige saber mirar dentro de uno mismo. No se mira con los ojos, se mira desde dentro. La verdadera mirada humana es una mirada desde el interior, que se dirige al interior de lo que se mira. Se contrapone a la mirada superficial. La mirada superficial es muy rápida, no se detiene, no sabe contemplar.

Mirar hacia dentro es mirar el cuadro, que es bien distinto a ver un lienzo salpicado por pegotes de óleo de distintos colores. Quien sabe mirar la vida puede vivirla; el superficial sencillamente la gasta.
Saber mirar los signos es uno de los caminos para aprender a mirar hacia dentro. Se trata, por tanto de maravillarse no sólo con lo externamente novedoso o extraordinario sino de saber mirar con el espíritu lo extraordinario escondido en lo común.

Lo que supone “mirar admirado” queda bien expresado en la invitación que nos hace el filósofo francés Jean Guitton:


He aquí al mundo ante ti, joven, ¿y que le falta para que tú comprendas? Simplemente, falta que te admires. Para hacer el mundo más maravilloso, más habitable, sólo falta transformar los ojos que lo contemplan. No es el universo el que se esconde, ahí está: siempre ahí; silencioso, mudo, no es el universo el que se escapa y se desnuda: es a ti a quien se le escapa el universo.


Aprender a vivir es aprender a mirar recreando la realidad. Hay que mirar admirando. Pero, ¿cómo aprender a admirarse? Antes de nada, parándose. Para mirar hay que pararse. La soledad, el silencio, la lentitud, el reposo, son necesarios para que nuestra vida y nuestra mirada sean propiamente humanas. Mirar sin admirar cansa. Mirar admirando es la mirada de los sabios, y ésta es la mirada que desvela lo más interesante y apasionante de la vida. Vivir la vida con sentido requiere saber mirar.

viernes, 13 de agosto de 2010

¿Cómo vivo teniendo una relación de amor y amistad con los demás?

Las relaciones de amor y amistad son importantes en nuestras vidas y muchas disciplinas han estado interesadas en estudiarlas y han postulado diversas teorías acerca de ellas. Con respecto a la amistad, el médico De la Rua nos menciona las siguientes ventajas de estas relaciones:

“Los amigos son una fuente importante de identidad, son los que saben “quiénes somos realmente” y nos aceptan tal cual (Allan 1989, Bidart 1991, 1993). También nos hacen la vida más agradable y más fácil: comparten nuestros intereses e ideas (Lazarsfeld y Merton 1954, Bidart 1991), nos ayudan tanto con las cuestiones de la vida cotidiana (Wellman et al 1988, Wellman y Wortley 1990), como con los momentos de grandes crisis existenciales (Ferrand 1993)” De la Rua, F.

Las relaciones de amistad se basan en aceptar al otro cómo es y en la seguridad de que esa aceptación y apoyo es recíproco. No hay una obligación por ofrecer algo a cambio de lo recibido. Las relaciones basadas en el amor no deberían presentar características diferentes de las de la amistad, es decir, también estarían caracterizadas por el apoyo y la aceptación mutua además de una atracción física por el otro.

PARA REFLEXIONAR:

¿qué tan complejo es construir una relación de amor y/o amistad? ¿cómo ha cambiado el significado de estas relaciones en nuestra época de Internet?

¿qué tanto somos responsables nosotros acerca de tener o no una buena red de amigos?

¿qué tan seguros están de contar realmente con amigos? ¿qué han hecho para tenerlos, o no?

¿quiénes pensarían en ustedes como verdaderos amigos?

¿cómo nos cambia la vida estar abiertos a estas relaciones?

Fuente: http://psicoblogging.wordpress.com

viernes, 6 de agosto de 2010

Mi transfiguración en Cristo.

Oración y presencia.

La dimensión contemplativa es pieza clave en nuestra vida cristiana. 'Orar' como Jesús, entrar en las entrañas del Padre, movidos por el Espíritu, es piedra angular de nuestro edificio espiritual.

Podemos y debemos trabajar, servir, proclamar la justicia, educar en la paz, sacrificarnos por los demás. Pero todo eso, si actuamos como cristianos e hijos de Dios, ha de estar bañado de presencia de lo divino. Sin esa presencia y gracia, las cosas buenas son siempre buenas, pero les falta el baño del bautismo en Cristo que nos ama y nos salva y nos llama...

Oír la voz del Amado.

La 'escucha' de la palabra, de los signos, de los gestos, de la voz en la nube, del grito del pobre y hambriento y enfermo..., va unido a lo anterior y forma conjunto único. Hay que oír a Dios a la criatura de Dios, a Dios que se encarna y muere y a la conciencia que reclama fidelidad en el deber, a Dios y al que llora su miseria o agradece su paz... Quien escucha sólo lo que quiere y le apetece ése no escucha a Dios y su Palabra sino a sí mismo y sus intereses. El Espíritu dice: óyeme.

Cristo en el alma y el alma en Cristo.

El 'seguimiento' de Cristo es nada menos que un proceso de transformación personal por el cual la criatura pensante y amada va dando los pasos adecuados para que cada día su modo de ser y vivir, sus sentimientos y actitudes, sus criterios de conducta y sus decisiones, le vayan acercando al Corazón de Jesús en sus gozos y sufrimientos, denuncias y animación, fidelidad personal y carga de infidelidades ajenas, voluntad de formar un hombre nuevo y asunción del desprecio de quien tal cosa aborrece...

En el misterio de luz que es la Transfiguración del Señor, la grandeza de su naturaleza divina irrumpe en la naturaleza humana y, a través de su cuerpo, nos indica que la naturaleza humana en Cristo vive con la fuerza de la persona divina que se encarnó. Lo humano y lo divino abrazados en la Verdad, el Amor, la Vida.

Pues algo lejanamente parecido debemos intentar nosotros, manteniendo nuestro valioso ser natural en cuerpo y espíritu. Dejemos que irrumpa en él la gracia y fuerza del Espíritu y nos haga de verdad hijos en el Hijo, Transfigurados en Cristo.

"El encuentro con Cristo transforma y transfigura"


1.- Dios nos amó primero
La transfiguración como toda acción de Dios, inicia en Él. Dios es quien tiene siempre la iniciativa, es Dios quien invita. Así lo vemos con Abraham (1ª lectura).
Los antiguos judíos sellaban su compromiso sacrificando un animal. En este caso Dios enviando el fuego sella la alianza con Abraham, curioso que el Patriarca cae en un sueño profundo como cuando Dios quiso darle a Adán su compañera.

Dios es el único protagonista de la historia, nosotros somos tan sólo actores. Él tiene la iniciativa, Él elige, Él actúa, Él conduce a cada persona y la historia de la humanidad entera.

Él llama, convoca, invita, de nosotros depende la pronta, generosa y decidida respuesta.
Por ello San Pablo en su carta a los Filipenses, rechaza a aquellos que ponen su confianza en la observancia de la Ley y creen que se puede "conquistar la salvación".

La conversión en cambio es buscar humildemente a Dios, en una constante fidelidad, capaz de superar pruebas, obstáculos y dificultades. Es como dice San Pablo "dejarse alcanzar por Él", dejarse poseer, dejarse invadir por Él.

Dios interviene a nuestro favor no obstante nuestras infidelidades, dudas, incertidumbres y debilidades.
Son llamados a la conversión no tan sólo los hombres perversos, sino también los conocidos como "buenos"; el encuentro con Cristo tiene que ser un cambio radical de la vida, como lo fue en los que se encontraron en serio con Él: Pedro, Pablo, Andrés, Santiago, María, la Samaritana, etc.

Lo fundamental de esta búsqueda que conocemos como conversión es poner a Cristo en el centro de tu propia vida, del camino personal, que sea principio, fin y meta; que le de valor y significado a todo lo que hacemos, puerto al que dirigimos la barca de nuestra vida.

Su Palabra ilumina nuestra vida, "Lámpara es tu palabra para mis pasos Señor" (Sal 119), su ejemplo, su actitud, sus enseñanzas, sus principios, deben de constituir para cada uno el modelo, ejemplo, ideal, que trato de imitar, realizar y cumplir. Dios nos invita a "ver hacia adentro", a una conversión moral, a ser humildes, reconocer nuestros pecados, arrepentirnos de ellos, cambiar lo que debamos cambiar aunque sea con sacrificio, como en la parábola del publicano y el fariseo (Lc 18, 9-14), se transfiguró el publicano pecador por su humildad y arrepentimiento, y al fariseo su vida "virtuosa manifestó", la idolatría a la que puede llevarnos el "ego", le impidió la conversión, pues estaba centrado en él y no en Dios.

II.- "Invitó a Pedro, Santiago y Juan..."
Son los tres apóstoles a los que invita en momentos significativos de la vida de Jesús. Les ha revelado las maravillas de su divinidad (Lc 9,28) y la angustia de su humanidad (Mc 14,33).La transfiguración es un acto de fe, gesto de confianza que Jesús ofrece a sus amigos y que ellos aceptan gozosamente.



Dios se manifiesta siempre en el contexto del amor y de la amistad, y crea primero ese clima y ese marco para poder revelarle la profundidad de sus secretos.
Se transfigura contando con el testimonio de tres apóstoles y después de resucitado se presentará a sus amigos. La manifestación de Dios no es una imposición, sino un signo, para que la persona se convierta ya que la conversión sólida es la que se hace por amor y no por fuerza.

Los secretos de Dios, como los del amor, se anuncian después de un período de conocimiento, donación recíproca, reciprocidad de compromiso, que quita cualquier obstáculo.

Es interesante la invitación de Jesús a guardarlo en secreto, así sucede en general con las revelaciones, que se guardan en discreción y silencio, para no violar la intimidad que se ha creado.

El acontecimiento de la transfiguración es anuncio de la Pascua, es el cambio de actitud ante toda la vida, que la Biblia llama la conversión del corazón y que toma su fundamento y origen en la Resurrección del Señor.

La transfiguración, como la resurrección anticipan el mundo renovado, y son preludio de la experiencia definitiva del triunfo de la verdad. Por la Cruz a la Luz.

Vivir este misterio significa que todo debe cambiar porque como decía Saint-Exupéry en "El principito": "Sólo se ve bien con el corazón".
Esta es la "inteligencia del amor", por ello "bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8) y para ello debemos hacer una purificación interior del corazón.

Get Gifs at BestCodez.comLa verdad es Jesucristo y la óptica de interpretación de los acontecimientos es la que hacemos a la luz del Evangelio. Vale la pena escuchar a San Pablo:
"Por lo tanto vivan según el Espíritu y no busquen satisfacer sus propios malos deseos... siguen los malos deseos los que cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas, adoran ídolos y practican brujerías. Mantienen odios, discordias y celos. Se enojan fácilmente, causan rivalidades, divisiones y partidismos. Son envidiosos, borrachos, glotones y otras cosas parecidas. Les advierto a ustedes como ya antes lo he hecho que los que así se portan no tendrán parte en el reino de Dios". (Gal 5,16)

sábado, 31 de julio de 2010

Espiritualidad Paulina - Seguir a Cristo



Para San Pablo, la espiritualidad significó “vivir” en Cristo y apreciar los dones del Espíritu otorgados para “construir el Cuerpo de Cristo” aquí y ahora. No se puede hablar del seguimiento de Cristo, del proceso de la vida cristiana, de la fraternidad, de la oración, de la espiritualidad cristiana sin entrar de fondo en lo que es la vida en Cristo. Por eso Pablo no se cansa de repetir la frase “ser en Cristo.” El cristiano existe en Cristo (1Cor. 1-2; Rom. 8,1), es uno en Cristo (Gal. 3, 28), y es santificado en Cristo (1 Cor. 1,2).

La culminación de ser en Cristo y de ser habitados por Dios, es vivir en El: el Espíritu de Dios habita en vosotros (Rom. 8, 9,11); no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi (Gal.2, 20).

Estar en Cristo, participar de la vida que él tiene y es, recibida del Padre, es el centro y el fundamento de la existencia del creyente, y la máxima plenitud a la que todos podemos aspirar. Es conocer al Padre, amar al Padre, confiar en el Padre, vivir en comunión con el Padre, escuchar al Padre. (Col. 1,9-10).

No existe una manera rápida para alcanzar este reto, para convertirnos a Dios y transformar nuestras vidas. Exige años de esfuerzo, de búsqueda, de escuchar todo de la vida, de aprender a escuchar la voz de Dios.

En medio del ruido ensordecedor de la vida diaria, escucha con el corazón de Cristo. Escucha con oído de amante. Escucha la voz de Dios. Escucha en tu propio corazón el sonido de la verdad.

Hasta que algún día podamos escuchar a aquellos que amamos, pero sobretodo podamos llegar a amar a los que nos desagradan y descubrir que la santidad está aquí y ahora. Entonces podremos recoger la cosecha de toda una vida de conocer a Cristo, de ser en Cristo, y afirmar con san Pablo: «vivo, no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal.2,20)

Autor: Irma Hernández Torres
Fuente: http://cartapalabrayespada.blogspot.com

sábado, 24 de julio de 2010

Solo el amor da felicidad a la vocación.

La vocación cristiana, vocación a la santidad, ha de vivirse siempre en el contexto de un "amor casto", es decir, un amor fiel a Dios y a la persona amada. Pero ese amor casto puede vivirse de dos formas fundamentales: en el matrimonio y en el celibato por el Reino. El amor entre los esposos cristianos tiene que ser "casto", es decir, fiel hasta el fondo. El amor de un bautizado que se entrega de forma personal y exclusiva a Cristo por los demás, tiene que ser igualmente fiel hasta el fondo.

El capitulo trece de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios, es conocido como “el cantar de los cantares del nuevo testamento”, es un poema hermoso sobre el amor. Cristo vino al mundo a anunciar el amor, a invitarnos a vivir la civilización del amor, con el amor todo tiene esencia, sin el amor nada lo tiene.

Cuando hablamos de una vocación sacerdotal o religiosa, es aún más delicado el tema del amor, pues somos quienes evangelizamos y anunciamos la buena noticia, que es noticia de amor. El testimonio es el mejor medio por el que se puede enseñar y anunciar el evangelio, si el testimonio verdaderamente es cristiano es mucho más fácil contagiar al otro de estas actitudes, que simplemente anunciando de palabra, la vocación religiosa requiere un compromiso grande y personal, es solo entre Dios y yo, tal vez sea afianzada o animada por otras personas que han sido medio divino para el llamado, pero quien responde a este llamado y le da el sentido que merece es solo quien ha sido llamado, y si ha sido elegido es porque tiene grandes dones recibidos de Dios, y para “explotar” ese potencial que se tiene y para dar el “si” al llamado de Dios, solo se necesita amor, nada más, solo amor pues contiene todo lo bueno, es eso lo que da la esencia de la vocación, lo que da la eternidad a la vocación, lo que da felicidad a la vocación, solo el amor.

Fuentes:
1. Jhon Nicolás Vallejo Santamaría
2. www.hermandades-de-sevilla.org

sábado, 17 de julio de 2010

VOCACIÓN-CONVERSIÓN de Pablo en la carta a los Gálatas

¿Por qué se llama “Carta a los Gálatas”?

El nombre de esta epístola hace directa a los destinatarios de la misma (como todas las cartas atribuidas a san Pablo). En este caso particular, se trata de los cristianos de Galacia.



Gracias a lo que el mismo san Pablo escribe a los Gálatas, podemos concluir que la Carta surgió a raíz de un serio inconveniente que se presentó en la comunidad cristiana de Galacia, que en su mayoría estaba compuesta por creyentes de origen pagano.


Gálatas 1,11-24:
11Porque les hago saber, hermanos, que el evangelio que les prediqué, no es según el hombre, 12ni tampoco lo recibí de persona alguna ni me fue enseñado, sino que lo recibí, por revelación, de parte de Jesucristo.

13En efecto, ustedes han escuchado de mi conducta anterior, en el judaísmo, de cómo perseguía implacablemente a la Iglesia de Dios y trataba de destruirla; 14y cómo sobresalía en el judaísmo sobre muchos de mis contemporáneos, de la misma edad, pues tenía un mayor celo por las tradiciones de mis antepasados.

15Pero cuando (Dios), el que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, le pareció bien 16revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciara entre las naciones, no consulté enseguida con ninguna persona; 17tampoco subí a Jerusalén, a los que eran apóstoles antes que yo, sino que me fui a Arabia y después volví a Damasco.

18Entonces, después de tres años, subí a Jerusalén a conocer a Céfas, y permanecí con él quince días. 19De los otros apóstoles, no vi, sino a Santiago, el hermano del Señor. 20En lo que les escribo, les aseguro en presencia del Señor, que no miento. 21Después fui a las regiones de Siria y Cilicia, 22ya que no era conocido en persona entre las comunidades cristianas de Judea, 23pues sólo habían oído decir: “El que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que entonces quería destruir”. 24Y glorificaban a Dios por causa mía.

Para reflexionar:

¿Soy consciente de la necesidad de vivir siempre en camino de conversión?

¿Considero que sean cosas muy distintas “conversión” y “vocación”? ¿Por qué sí o por qué no?

¿Mi propia conversión la vivo a partir de una fuerte experiencia de la gratuidad y del amor de Dios en mí, o como un simple esfuerzo ascético mío para ser mejor y menos pecador?

¿Cómo vivo el proceso de conversión? ¿Estoy convencido de haber sido yo también, como Pablo, llamado desde el seno materno a la vida cristiana?

¿A qué tipo de misión me conduce mi vocación y mi camino de conversión como cristiano/a?

sábado, 10 de julio de 2010

San Pablo, viajes y vocación misionera

En sentido cristiano, el apóstol, el misionero, es un embajador enviado por Cristo para anunciar el mensaje de la salvación operada por Él mismo. Para esto eligió Dios a Pablo, y para esta misión se sintió llamado Pablo. Misión, por otra parte, que el Apóstol de las gentes empezó a llevar a cabo desde el momento mismo de su bautismo.

Durante algún tiempo, Pablo anunció a Cristo en Arabia, Damasco, Jerusalén, Tarso, su ciudad natal, y Antioquia. Después vinieron los tres viajes misionales, en los que su estrategia solía ser, especialmente en el primer viaje, predicar primero en las sinagogas de la ciudad y, a continuación, a los gentiles.

Durante los dos primeros viajes, la intensa acción evangelizadora de Pablo tuvo como centro la ciudad de Antioquía. Tenía medio millón de habitantes y constituía una gran puerta para todo el Oriente. Precisamente, en esta ciudad, se comenzó a llamar cristianos a los discípulos de Jesús. En el segundo viaje misional, Pablo se detuvo bastante en Corinto, ciudad entonces más importante que Atenas, y que tenía salida a dos mares, lo cual facilitaba la llegada a otros pueblos y ciudades. Por fin, como tercera ciudad, centro de irradiación evangelizadora, está Éfeso, la más importante ciudad de la provincia romana de Asia. En el tercer viaje, Pablo ejerció en ella un prolongado ministerio. A lo largo de tres meses, habló abiertamente en la sinagoga, “exponiendo lo referente al Reino de Dios y tratando de convencerles” (Hechos, 19, 8), pero, como algunos maldecían el camino del Señor, empezó a enseñar “todos los días en la escuela de Tirano. Esto duró dos años, de forma que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor” (Hechos 19, 9-10).

Para Pablo, su trabajo misionero ante todo era el trabajo de un guía. En cada una de sus cartas deja entrever su preocupación por las iglesias, y el conocimiento profundo de sus necesidades. El animador de las comunidades no es aquél que tiene la autoridad delegada de alguien, sino que es el que sigue la vida de la comunidad y la conoce, y esto es lo que uno percibe en cada una de las cartas de Pablo.

La visita a las comunidades era para Pablo quizá una de las herramientas de la animación más importantes, porque, aparte de visitar a las comunidades en particular se convertían en el ejercicio de la animación después del primer anuncio.

Aquel Saulo perseguidor, una vez convertido, combatió bien el buen combate de la evangelización. Corrió la carrera de su vocación y misión, como el mejor campeón, predicando y guardando la fe con una fidelidad total. El Señor Jesús le dio la corona de la gloria, desde donde brilla como faro luminoso para gloria de Dios y bien de la Iglesia de Jesús, de quien escribió, haciéndolo vida: “Para mí, la vida es Cristo, y una ganancia el morir” (Fil 1,21).

La vocación del cristiano es ante todo un llamado a la misión, se trata de anunciar la Palabra de Dios a todos los hombres y mujeres, para encender el fuego de la fe, por primera vez o, para mantenerla y animarla. Para Pablo la motivación de cada uno de sus viajes misioneros se encuentra enmarcada por el hecho de sentirse enviados.

San Pablo, es misionero por vocación como podemos serlo cada uno de nosotros, porque todo cristiano debe estar comprometido, de una forma u otra, con las misiones de las iglesias jóvenes.


Fuentes:

www.vidasacerdotal.org
http://epjguate.com/noticias

sábado, 3 de julio de 2010

PABLO, VOCACIÓN Y COMPROMISO

Su temperamento apasionado, recia personalidad, dotes personales, talentos culturales y espirituales, lo harán un hombre imbatible y una vez convertido a Cristo, volcará en su apostolado toda la riqueza de su persona.

Una de las personalidades más ricas de la historia, un verdadero gigante o líder, en quien el Espíritu Santo encontró un instrumento eficaz para la expansión y crecimiento de la Iglesia primitiva.

SAN PABLO ¿QUÉ HIZO?

Conocemos a Pablo a través de los Hechos de los Apóstoles y de sus Cartas. Como el objetivo de este encuentro es conocer su vida, debo decirles que para hacerlo, debemos recurrir a las Cartas, ya que en los Hechos no hace referencia a que escribió cartas, y los datos históricos, son reales, pero no cronológicos.

Para conocer a Pablo, decía hay que leer sus cartas. Si comparamos a los discursos de Pablo de Hechos y las Cartas, las ideas son distintas. Esto no quiere decir que aprendimos errores, hoy con los modernos estudios, podemos decir que San Lucas puso en la boca de Pablo esos discursos o sea el mensaje de salvación, pues el libro de los Hechos, es un libro teológico y no histórico. Así el Pablo de Lucas, no es el real, sino lo que él conoció el Apóstol.

Otro detalle muy importante, es que Pablo en sus cartas no habla de conversión, sino de vocación.-

Lucas escribió la conversión no como un detalle histórico, sino teológico (ocurrido en el año 34). su significados es:

LA CAIDA postración ante Dios.
LA LUZ imagen que Dios está presente, está contado como una teofanía.
CEGUERA no ver la realidad, la verdad.

CRONOLOGÍA
Pablo fue contemporáneo a Jesús, pero no se conocieron.-
Año 5, nace en Tarso.
Año 20, estudia con Gamaliel.
Año 34, muerte de Esteban. Descubre su vocación. Primer contacto con la Iglesia de Jerusalén.
Año 49,Concilio de Jerusalén
Año 50,va a Corinto
Año 58,cautividad en Cesarea,
Año 60, apela al Cesar
Año 61,viaja a Roma prisionero
Año 64, muere decapitado, camino a Ostia .


Fuente: www.scoutsecuador.org

sábado, 26 de junio de 2010

El joven Pablo: una vocación a imitación de Cristo

Saulo creía que Jesús estaba muerto, bien muerto y que su lamentable fin sobre la cruz era la señal de la reprobación de Dios para su obra. Cuando se da cuenta de la potencia triunfadora de este Jesús que le prueba que está vivo, puesto que lo detiene y lo tira por tierra. Saulo encuentra a Cristo gloriosos, a un Cristo rodeado de luz sobrenatural.

Saulo no le ha buscado, ni se ha preparado a este encuentro; por el contrario, ha luchado ferozmente contra los cristianos y su evangelio. Y sin embargo, el Resucitado irrumpe en su vida y Saulo se convierte en Pablo y queda «apresado» por Cristo Jesús.

Todo su ímpetu y toda su actividad evangelizadora arrancan de este hecho: él tiene conciencia clara de que no es apóstol por voluntad propia, sino «por voluntad de Dios». Sabe que es «llamado como apóstol» exactamente como lo habían sido los Doce, porque le ha llamado el mismo Jesús que les llamó a ellos; y -lo mismo que ellos- también Pablo ha sido llamado por su nombre.

Haber sido llamado «por gracia» no quita fuerza a esta vocación, sino todo lo contrario: pone más de relieve la iniciativa absolutamente gratuita de Dios que llama no en virtud de los méritos contraídos sino por pura benevolencia, que tiene misericordia con quien quiere. Saulo es el modelo de la aceptación de la vocación. Para él, el llamado echaba por tierra su vida y sus convicciones. Pero este llamado fue recibido por un alma grandemente abierta.

Toda su predicación acerca de la gracia brotará de esta experiencia primera y fundante. Pudiera suceder que ciertas personas, llamadas por el Señor para una misión apostólica importante, hayan tenido un pasado aparentemente poco de acuerdo para esta misión. Pero este pasado no es para ellas un obstáculo, porque la vocación opera una renovación del alma, pone fin a un período de la existencia e inaugura un nuevo destino.

Pablo, como otros profetas, desde el seno de su madre, ha sido destinado totalmente a la misión de convertir a los paganos al Evangelio. Llegado el momento establecido por Dios, se produce su conversión y vocación.

Todos como Pablo, debemos convertirnos al Evangelio, para luego anunciarlo.

Reconozcamos la gracia de Dios en nuestra vida:
¿Eres conciente de la gracia bautismal que recibiste y te preocupas por conservarla?

¿En que momentos experimentas en tu vida la gracia actual, es decir , momentos en los que percibes la ayuda de Dios?
¿Valoras los carismas especiales, los consideras importantes?
¿Recurres con frecuencia al sacramento de la Reconciliación para alimentarte de la gracia de Dios?


Fuentes:
http://cartapalabrayespada.blogspot.com, http://www.encuentra.com, http://www.san-pablo.com.ar

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Beato Santiago Alberione - Fundador de las Hijas de San Pablo (Paulinas)

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