• Un acontecimiento. Acontece en la vida de la persona. Sucede como algo nuevo, rodeado de circunstancias históricas, sucede en el tiempo. Por ello, es preciso descubrirla, discernirla, disponerse para una respuesta.
• Un acontecimiento misterioso. Es decir, que se comprende únicamente desde la conciencia de la presencia de Dios. El misterio de la vocación ilumina grandemente la vida de una persona y todas sus circunstancias, da claridad y seguridad para obrar.
• El ser humano como actor. Aunque es Dios quien llama, evidentemente el hombre tiene calidad de persona actuante, de colaborador con Dios en el misterio de su vocación. Por ello, tiene la responsabilidad de acoger el llamado que se le hace.
• Dialogando con Dios. La relación es fundante para la persona. Es una de las características que la definen: es persona porque puede relacionarse consigo misma, con los demás y con Dios. Esa voz que llama, implicando toda su personalidad y toda su vida, solamente puede ser de Dios. ¡Sólo él es Señor!
• Una misión. La vocación se asienta en una realidad. Dios llama a todas las personas motivado por el amor a ellas y al pueblo entre el cual viven, pero la vocación no es un simple privilegio, tiene un último destinatario: el pueblo. El hombre es llamado por Dios y es enviado a la vez por el que llama para enviar. Vivir una vocación es asumir una misión.
• Una respuesta concreta. La respuesta humana es un componente esencial de la vocación. Por tanto, si no hay llamado de Dios no hay vocación, como no la habría sin la respuesta del ser humano. La vocación es la conjunción de estos dos elementos: humano y divino. Dios toma la iniciativa, es verdad, pero toma en cuenta a la persona elegida. Nos ama y respeta y nos invita a colaborar con Él.
• Un acontecimiento misterioso. Es decir, que se comprende únicamente desde la conciencia de la presencia de Dios. El misterio de la vocación ilumina grandemente la vida de una persona y todas sus circunstancias, da claridad y seguridad para obrar.
• El ser humano como actor. Aunque es Dios quien llama, evidentemente el hombre tiene calidad de persona actuante, de colaborador con Dios en el misterio de su vocación. Por ello, tiene la responsabilidad de acoger el llamado que se le hace.
• Dialogando con Dios. La relación es fundante para la persona. Es una de las características que la definen: es persona porque puede relacionarse consigo misma, con los demás y con Dios. Esa voz que llama, implicando toda su personalidad y toda su vida, solamente puede ser de Dios. ¡Sólo él es Señor!
• Una misión. La vocación se asienta en una realidad. Dios llama a todas las personas motivado por el amor a ellas y al pueblo entre el cual viven, pero la vocación no es un simple privilegio, tiene un último destinatario: el pueblo. El hombre es llamado por Dios y es enviado a la vez por el que llama para enviar. Vivir una vocación es asumir una misión.
• Una respuesta concreta. La respuesta humana es un componente esencial de la vocación. Por tanto, si no hay llamado de Dios no hay vocación, como no la habría sin la respuesta del ser humano. La vocación es la conjunción de estos dos elementos: humano y divino. Dios toma la iniciativa, es verdad, pero toma en cuenta a la persona elegida. Nos ama y respeta y nos invita a colaborar con Él.
Consecuencias
• Para quien adquiere conciencia del llamado de Dios, Dios y los signos de su presencia serán siempre su única seguridad; lo demás perderá solidez.
• La persona llamada es alguien que ha salido de sí y de sus intereses para buscar los intereses de Dios (Teresa de Ávila) que son los mismos intereses del pueblo.
• La vocación implica la dedicación de las personas con todo lo que ellas son. Por ello no se puede decir: tengo vocación; más bien hay que reconocer que la vocación nos tiene, nos posee y nos destina a dar unos frutos concretos.
• Se parece a un enamoramiento, en el que todas las cosas son interpretadas desde el amor.
• La persona llamada es alguien que ha salido de sí y de sus intereses para buscar los intereses de Dios (Teresa de Ávila) que son los mismos intereses del pueblo.
• La vocación implica la dedicación de las personas con todo lo que ellas son. Por ello no se puede decir: tengo vocación; más bien hay que reconocer que la vocación nos tiene, nos posee y nos destina a dar unos frutos concretos.
• Se parece a un enamoramiento, en el que todas las cosas son interpretadas desde el amor.
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