Quizás existan pocas palabras como “Navidad”. Ella suele evocar un sin fin de símbolos y emociones ligadas mayormente a la familia. Nos inspira paz, nos motiva a la solidaridad, expresa la certeza del cariño de otros y la esperanza en el porvenir. La apropiación ilegítima que ha hecho el mundo del comercio de la Navidad no ha logrado destruir la sencillez de María, José y el Niño en nuestros hogares; no ha podido robar o ponerle precio a la gratitud, a la alegría y a los deseos de una paz fundada en la ayuda y la estima de los otros.
La Navidad se enmarca en un tiempo, pero a la vez le trasciende; si bien es vivida en una época específica, es pregustada y deja huellas a lo largo del año. Rompe nuestra rutina diaria, y ella es expresado mediante diversos gestos: asueto laboral, preparación de adornos y comidas especiales, música apropiada y, frecuentemente, concebida para la ocasión (villancicos, aguinaldos, himnos, gaitas…) y hasta usamos la mejor ropa que tenemos, con frecuencia estrenada para la ocasión.
verdadera fiesta sucede en lo profundo del ser humano y se refleja en el corazón de su grupo humano, de la comunidad. Lleva a todo hombre y mujer a preguntarse por el sentido de la vida y a responsabilizarse por edificarlo. La fiesta auténtica se vive en el compromiso personal, en la solidaridad con los demás y en la esperanza. Para reflexionar
a. ¿Qué sucede después que se celebra una fiesta? ¿De qué forma se refuerzan los lazos entre los más cercanos: los familiares, los amigos, los vecinos?
b. Nuestra sociedad ha desvirtuado el sentido de la fiesta, convirtiéndola en algo superficial y pasajero. ¿Cómo ha influido esta realidad en tu preparación a la Navidad?
c. ¿Qué le da verdadero sentido a las celebraciones?
Fuente: Preparemos la fiesta. Adviento y Navidad. Editorial Paulinas.

















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