¡Despierta tú que duermes!
La palabra “adviento” viene del latín adventus, y significa llegada. El adviento es el tiempo que, como jovenes cristianos, debemos emplear para preparar la celebración de la espera del Señor, no solo como preparación a la Navidad. En el Adviento meditamos la venida del Señor, glorificado al final de los tiempos, a la vez que paso a paso nos vamos acercando a aquello que constituye el sentido propio de la preparación: la celebración de la venida del Señor en la carne, recordada cada año como comienzo del año litúrgico.
Toda fiesta verdadera es preparada con antelación: cuidamos los detalles, se crea en torno a la fiesta un ambiente particular… La Navidad también necesita las condiciones propias de un ambiente festivo, cultivando actitudes que hacen posible la expresión del Evangelio: la esperanza, la alegría, la oración constante y profunda, el aprendizaje de la paciencia y la conversión, como preparación del “camino” del Señor.
La esperanza que de manera particular debe alimentar el clima del Adviento nos invita ante todo a vivirla “
aquí y ahora”, en lo que nos sucede diariamente, en la vida personal y delante de las dificultades del mundo. Ella nace de una realidad: no estamos satisfechos, queremos algo más.
Hay jovenes que no esperan nada de la vida: sienten que lo tienen todo, y que la vida no tiene nada más para dales. Otras al contrario sienten que la vida les ha defraudado, y tienen miedo de soñar y construir otra vida, otra realidad para sí y para los demás. A veces es más fácil cerrar los ojos, “dormirse”, para no sentir lo que la vida les ofrece, por temor a ser heridos y defraudados nuevamente.
El grito del Adviento: “
Despierta, tú que duermes”, es una invitación a salir del letargo de nuestros días. Nos impulsa a soñar otra realidad posible, más allá de nuestro dolor y del sufrimiento del mundo, para construirla activamente, haciendo posible que la hora anunciada de encuentro con Dios sea una realidad. El Adviento expresa ese deseo de llegar a la plenitud, es decir, a Dios mismo. Por eso, la Iglesia expresa su súplica expectante con las palabras del Apocalipsis: “
Marana–thá: Ven, Señor Jesús”.
Reflexionemos retomando las palabras de Ef. 5,14: “Despierta, tú que duermes”. ¿En qué sentido puedes decir que estás “dormido”? ¿A qué necesitas “despertar” para que tu vida recobre la esperanza? ¿Eres un joven "dormido"? ¿Un joven sin esperanza?
¿Qué gestos de vida descubres en tu familia, en tu comunidad, en la sociedad, en tu círculo de amigos que brinden motivos de esperanza?
¿Tienes miedo de soñar, porque te has sentido defraudado?
Fuente: Preparemos la fiesta. Adviento y Navidad. Editorial Paulinas.